Esta semana despedimos a dos grandes figuras de nuestra cultura nacional. Hombres que no desaparecen, se transforman en la esencia con la que construimos el imaginario artístico de Cuba. Un pueblo y el mundo los lleva grabados en las pupilas y oídos por sus magníficas obras creativas que son tesoro para las nuevas generaciones.

Adalberto Cecilio Álvarez Zayas nació en la ciudad de La Habana un 22 de noviembre con la bendición de Santa Cecilia, patrona de los músicos, no es de extrañar que luego creciera bajo el título de El caballero del Son. Su innegable talento como músico, arreglista y compositor nos regaló éxitos que son bailados, escuchados e interpretados en diversas latitudes.
Adalberto es hijo adoptivo y de corazón de Camagüey, para luego debutar en Santiago de Cuba con la mítica Son 14. Pero fue con su agrupación Adalberto Álvarez y su Son que experimentó nuevas posibilidades
sonoras mezclando dos trombones, un tres, una paila, trompetas, piano, contrabajo, bongó y tumbadora. Fórmula que le ofreció la grandilocuencia rítmica, melódica y armónica que le caracteriza.

Esta semana también partió el reconocido actor Enrique Molina, quien llevara a las tablas y a la pantalla memorables personajes como Silvestre Cañizo, recordado por su camaleónica caracterización física y psicológica. También en su impecable hacer está el rol de Vladimir Ilich Lenin en El Carrillón del Kremlin o la miniserie Relatos sobre Lenin.
Molina representa una generación de actores que sobresale por su sello de organicidad y compromiso por el arte interpretativo. Su voz y carácter marcaron pautas imprescindibles en la forma de hacer de directores y realizadores que se apoyaron en aquel incomparable talento.
Cuba, La Habana… están de luto y acompañan a familiares, amigos y seguidores de ambos artistas.