Foto: Archivo de Tribuna de La Habana

Desde que uno comienza a ir a la escuela está escuchando las grandes hazañas de los hombres que cambiaron la Historia. Y aunque siempre hay figuras que destacan, la masa de pueblo anónimo que los acompañó hizo posible que siglos después aún se hable de esos sucesos. Pero, ¿cuántas veces en la vida uno tiene la oportunidad de participar en hechos que cambian el curso de los acontecimientos? Muy pocas, realmente.

Y eso es lo que debían haber sentido los milicianos que defendieron la Revolución en Playa Girón, quienes luchaban por algo que los trascendía, en lo que creían y por lo cual valía la pena morir. De otra forma no se explican las enormes y anónimas hazañas realizadas en esos días.

El preludio fue el ataque del 15 de abril de 1961 a los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba para destruir en tierra la pequeña fuerza aérea.

El domingo 16 de abril, en la mañana, Fidel declaraba el carácter socialista de la Revolución en la esquina de 23 y 12 del Vedado capitalino. Esa misma madrugada, cerca de la medianoche, los milicianos apostados en Playa Larga ven los primeros indicios de una invasión. Comienza el ataque.

Es imposible imaginar la tensión que se respiraba entre los milicianos, ni de la de ninguno de los miles de cubanos comunes que durante tres días lucharon por su país. El miedo cierto a la muerte paralizaría a cualquiera, pero ellos siguieron. ¿Por qué luchaban esos hombres? Luchaban por su Patria, su bandera, pero también por el compañero de trinchera que era en ese momento un hermano, por los hijos que vendrían, porque tenían el pasado fresco en la memoria y sabían que los invasores querían retornar al tiempo del despojo.

Apenas 72 horas duró la batalla. Atrás quedaban las noches sin dormir, los heridos y los muertos, los cercos en la ciénaga, el hambre y la sed infernal, las balas volando y las bombas cayendo. El 19 de abril se proclamó la victoria, se tomaba el último reducto enemigo.

Los milicianos y soldados cansados sintieron que habían participado en algo de lo que se hablaría por años, la primera derrota de los yanquis en América Latina.

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