Desde el comienzo de las guerras independentistas, llevar la lucha a Occidente fue uno de los objetivos de nuestros patriotas. Durante la Guerra de los Diez Años, el regionalismo y los errores cometidos impidieron la consecución de esta meta. Por eso en la Guerra Necesaria, organizada por José Martí, este era uno de los puntos en los que coincidían los máximos líderes militares.
Así es que terminadas las labores constituyentes en Jimaguayú, se disponen a organizar la columna que invadirá el Occidente cubano, centro del poder y la riqueza española en Cuba. El 22 de octubre de 1895 partió el contingente invasor desde los históricos Mangos de Baraguá, bajo el mando del Lugarteniente General Antonio Maceo.
Contaba la tropa que dirigía el Titán de Bronce con alrededor de 1 400 hombres, con unos diez tiros por armas, junto con 300 ayudantes y personal de apoyo. Iban pobremente vestidos y casi sin comida en sus reservas, con el propósito decidido de llevar el fuego de la independencia hasta el último rincón de la Isla.
El 29 de noviembre se unieron las fuerzas de Maceo con las de Máximo Gómez, luego de cruzar la trocha de Júcaro a Morón. A marcha forzada de casi 15 horas diarias, se adentraron en territorio villareño. Con la orden de avanzar a toda costa, retroceder solo cuando fuera imprescindible, y rehuir del combate frontal, parecían llevar una especie de guerra relámpago para llegar al oeste lo antes posible.
Hubo hechos y combates memorables, dignos de las páginas más gloriosas de los libros de Historia. La creación del Himno Invasor por Enrique Loynaz del Castillo, los combates de Lázaro López, Mal Tiempo y Coliseo, y el Lazo de la Invasión, obra maestra del arte bélico.
Aunque los mambises no atacaron directamente la capital, sí desarrollaron una campaña en todo el territorio que entonces abarcaba La Habana, como la de la Lanzadera, desplegada por Gómez. Incluso, a punto estuvo la tropa de Maceo de tomar el poblado de Marianao como aldabonazo en la sien del poder español, pero al enterarse de que tenían tropas enemigas en la retaguardia, no quiso exponerse demasiado a quedar atrapado entre los españoles y el mar, y siguió su rumbo hacia Pinar del Río.
El 22 de enero de 1896 llegó el Lugarteniente General a Mantua, el último poblado de la Isla en ese momento, mientras Gómez en La Habana cuidaba sus espaldas. Tres meses después de su partida llegaban los mambises a su objetivo, poniendo el país completo en situación de guerra, y al poder español en el archipiélago a punto de mate, que solo pudo impedir la entrada de Estados Unidos en la contienda.
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