¡Ataque! ¡Ataque! La voz corrió como polvo en medio de explosiones y metrallas que intempestivamente desperezaron el amanecer del 15 abril de 1961 en la base aérea de San Antonio de Los Baños. Eran las 5:50 de la mañana y el miliciano Saúl Abreu Colina dio un salto que lo catapultó del sueño a la lucha.

“Salimos en calzoncillos, cogimos las ametralladoras y empezamos a tirar en ráfagas cerradas. ¡Fuego, coñ…! Se oyó decir a uno de los tres compañeros que estaban de guardia y no parábamos. Trataron de tomarnos por sorpresa y era como si los estuviésemos esperando”, evoca en la distancia de estas seis décadas que avivan los recuerdos y regresan al presente la imagen de aquel joven de 19 años, jefe de pelotón.

“Me habían nombrado a dedo”, y participó de aquellas horas heroicas y decisivas, en el preludio de la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos. Los milicianos habíamos estado en un curso de artillería antiaérea en la base Granma, de Quiebra Hacha, al que nos mandó el Comandante en Jefe Fidel para adiestrarnos en el uso de la ametralladora 2.7 de fabricación Checoslovaca.

“Además de que fue muy rápido, apenas dos meses, considero que no teníamos la suficiente preparación en el momento del ataque mercenario. Durante la mañana los checos impartían las clases a los jefes de batería y estos a nosotros en la sesión de la tarde”.

Pero si de algo no alberga dudas es del ambiente de firmeza, unidad y valentía que reinó en aquel momento cuando de defender a la Patria se trataba. “Acribillamos a los aviones enemigos que intentaron confundirnos por estar camuflados con emblemas de la fuerza aérea cubana bajo sus alas y siempre habrá que recordar el valor de los miembros del Ejército Rebelde que estaban en la base, y de los pilotos, quienes en ropa interior salieron prestos a ocupar su posición”.

Las horas siguientes fueron igual de cruciales. Cada quien comprendía el significado de aquellas jornadas. “No volvimos más a la barraca que estaba a unos 60 metros de la posición de fuego. Comíamos y dormíamos encima de las ameralladoras. El día de la invasión fue muy duro. Vimos partir aviones piloteados por los nuestros que no regresaron y otros que al llegar victoriosos de su misión, desde el aire nos lo hacían saber con el habitual movimiento del ala, en señal de haber cumplido”.

Como parte de su vida activa, el teniente coronel (r) Saúl Abreu siguió en la antiaérea; permaneció mucho tiempo como profesor de la especialidad en la escuela de artillería de La Cabaña; fue jefe de la facultad de defensa antiaérea, en el Instituto Técnico Militar –ITM– José Martí y dejó su huella en tierra angolana, como protagonista de la epopeya de Cuito Cuanavale, además de participar en todas las operaciones de esos años. Pero aquel abril de hace seis décadas ocupa un sitio especial. “Tengo grabado, como si fuera hoy, el momento en que nuestro Comandante en Jefe proclamó el carácter Socialista de la Revolución y la heroicidad de quienes no dudaron en defenderla en las arenas de Girón".
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