Hay momentos en que la vida nos pone ante pruebas que nos definen. “Debí decir que yo no podía, que no estaba preparado, pero fue un impulso mayor. Cuando lo recuerdo todavía me sorprendo”.
Alberto Campos Abreu nunca se había sentado al volante de ningún automóvil. Lo mucho o poco que conocía lo aprendió de observar a su padre, quien era carrero en la cervecería La Tropical, de La Habana.
“Yo era uno de los 60 integrantes de la batería B de ametralladoras múltiples –las popularmente conocidas como Cuatro Bocas- y acababa de cumplir los 17 años; estaba en la base Granma, a ocho kilómetros de Quiebra Hacha, actual provincia de Artemisa, preparándome militarmente en la especialidad de la artillería antiaérea.
“Ante los sucesos nos pusieron en alarma de combate. Debíamos partir inmediatamente hacia Matanzas; a mí me designaron para manejar uno de los camiones que iría hacia allá, cargados de armamentos y de hombres.

Por suerte íbamos en caravana, en una marcha lenta y todo salió sin contratiempos”, dice, y ahora hace un alto en sus palabras, como antesala para compartir situaciones que le impactaron grandemente durante aquellas jornadas gloriosas de enfrentamiento a la invasión mercenaria:
“Recuerdo a las personas llenas de fervor patriótico, quienes a nuestro paso no cesaban de gritarnos: ¡Denle duro, denle duro…! También a nuestro arribo al central Australia, sobre las 17:30 horas, vimos al Comandante en Jefe Fidel Castro compartiendo la suerte y el coraje, como un soldado más.
“Cuando el combatiente Claudio Argüelles Camejo, que se encontraba con su tropa en el camino del caserío de Pálpite, primera comunidad antes de llegar a Playa Larga, cae mortalmente herido en la madrugada del 18, nosotros vimos cómo lo trasladaban para enterrarlo en Jagüey Grande, y a su paso entonamos las notas del Himno Nacional y el Himno de la artillería, compuesto por un compañero de apellido Cartaya ya fallecido, de la batería 25”.
En el avance en dirección a Playa Girón, en las horas más cercanas al día de la victoria, el propio 19 de abril, Abreu y sus compañeros aseguraban la protección del batallón de la Policía y de la compañía ligera de combate del batallón 116.
De esos días intensos guarda cada minuto, pero hay uno que al evocarlo a la luz de estos 60 años de la primera derrota del imperialismo yanqui en América, no deja de conmoverlo: “Las ráfagas de los morteros tiraban en forma de abanico y es cuando cae el más joven de nuestra tropa, Rolando Valdivia Fernández, con apenas 15 años. También fueron heridos gravemente otros hermanos de lucha.
“Fue un momento muy difícil, afirma el actual presidente de la comisión organizadora de los fundadores de la artillería antiaérea en el occidente de Cuba.
Ese día, por la tardecita, ya la victoria era del pueblo.
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