Foto: Tomada de ACN

No es un juego, ni algo remoto que veamos en la distancia y que no nos pueda alcanzar. Tampoco tiene comparación con otras enfermedades, en las cuales, uno puede tener esperanzas y al menos morir con la mano de los seres queridos entrelazadas con las nuestras, y así, tener una despedida de las personas amadas.

No, esta es la más cruel de las dolencias, en la que permanecemos aislados de todos los que significan algo en nuestras vidas y, a pesar del esfuerzo del personal médico, de su dedicación, amor y empeño en salvarnos, jamás será igual sin poder ver a los nuestros.

El aislamiento, medida imprescindible para cortar el contagio, propicia tristeza, estrés y ansiedad. Son momentos de mucho dolor alejados de padres, abuelos, hijos…, por ello, tenemos una deuda con la precaución, la disciplina, el cuidado de abuelitos y niños, tan susceptibles ante este terrible mal.

No nos podemos cansar de repetir cada día qué debemos hacer y cómo comportarnos para tener esa sonrisa en la mirada, con la cual hemos aprendido a expresarlo todo.

Cuidemos a nuestra familia, en especial, a los más vulnerables; demos el valor a la vida de nuestros mayores y la de los niños. Protejámoslos.

Da mucha tristeza ver al doctor Francisco Durán declarando a los fallecidos, explicando cada paso que dieron nuestros profesionales de la Salud para tratar de salvarles la vida, y junto a eso está la realidad de esas familias que los perdieron sin un adiós, sin un abrazo final, incluso sin una última mirada. 

Es ya hora de tener conciencia de esta realidad, y tener disciplina, cuidarse y cuidar a los demás.

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