
Es una guerra mundial no convencional. El maldito virus está afuera dominando el aire y las superficies mientras los simples mortales nos refugiamos como podemos dentro de nuestras casas.
Ha pasado un año de bombardeos mediáticos y de fuertes combates para garantizar la permanencia en este mundo de la raza humana, aunque algunos aún minimicen el peligro de este ente silencioso porque la muerte con su guadaña implacable no ha pasado cerca de su entorno.
Casi 60 000 cubanos han sido contagiados por el nuevo coronavirus y más de 350 han perdido la batalla. En el planeta son cerca de 120 millones los que han sufrido en su cuerpo su presencia y el 2.7 % de ellos han sucumbido a su impacto. El virus está al acecho en las calles, se alimenta de nuestras necesidades humanas, de las costumbres y de lo imposible que resulta mantenernos ocultos durante tanto tiempo.
Nos quedamos en casa para evitarlo y hemos renunciado al placer del abrazo, a los reencuentros, al Malecón y a las discotecas, a los atardeceres melancólicos, al Paseo del Prado, a los estadios y a las peñas culturales, a las escalinatas y a las historias de amor. Pero hemos tenido que salir afuera para sustentarnos, reordenar economías y hacer largas colas kilométricas en medio de los riesgos que implica para buscar alimentos y garantizar que nuestros hijos, ocultos y golpeados psicológicamente por esta guerra no convencional, se mantengan saludables.
El virus es oportunista y se apoya en nuestras debilidades y en nuestros errores humanos para atacarnos y colarse por nuestras vías respiratorias. Ha desorganizado nuestro entorno con su amenaza constante y nos tienta a diario a despojarnos de nuestras mascarillas con imágenes de bellos pasajes familiares y de amistades verdaderas. Pero ahora más que nunca urge la resistencia y la calma.
Las guerras no son eternas. En el horizonte se puede visualizar la caballería médica al galope con el antídoto que nos hará invulnerables para volver a rescatar nuestras vidas y plantar la bandera de la victoria en la cúpula del capitolio. Sólo es cuestión de tiempo. La paciencia es también una forma de acción.
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Mi aplauso... Artículos como este son los que necesitamos
Formidable tu escrito Boris. Un año de y sacrificios por una Pandemia que un día sabremos de dónde salió. A cuántas cosas hemos renunciado y quién sabe si algún podrán volver. Cuba y el mundo se ha transformado y sus economías destruidas. Ni el más poderoso pudo con el embate del Virus. Ojalá la humanidad saque provechos de estos malos ratos. La suerte , hasta ahora es que estamos vivos. Un