Foto: Oscar Alvarez Delgado

Una mañana, en medio del Vedado, en el capitalino municipio de Plaza de la Revolución, a tan solo unos metros del Hospital Ginecobstétrico "Ramón González Coro", un hombre se encuentra sentado con el nasobuco tipo babero. El sonido que proviene de su celular indica que se encuentra jugando.

Para él, nada es más importante en ese momento. Al parecer necesita de aire extra para concentrarse y por ello tiene el nasobuco tipo babero. A su costado una pizzería, donde sus dueños cumplen con todo lo establecido. Varios clientes llegan, hacen su pedido. Deben permanecer fuera del local para evitar aglomeraciones.

Al jugador nada le inmuta. Sigue sumergido en su juego. Los clientes tratan de mantenerse lo más lejos posible. Poco después llega un motociclista, con su casco y nasobuco. Al parecer se conocen.

Por unos minutos abandona el juego. Se acerca al recién llegado. Conversan. Aún tiene puesto el nasobuco tipo babero. Están a menos de un metro de distancia. El celular ya no tiene carga para sacar una nueva foto.

Poco después el motociclista se va. El jugador vuelve a su mundo. No importa qué partida le mantenga abstraído de la realidad, basta decir que con su accionar no solo pone su vida en una ruleta rusa, sino la de quienes conoce y con quienes se cruce en su camino, lo que es un verdadero atentado contra la vida.

Ver además:

Una reportera en plena línea roja

La batalla contra la COVID-19 en La Habana se decide en el municipio