Fue como si las agujas del reloj hubiesen viajado hasta el 3 de septiembre de 2010, cuando Fidel dijo a los estudiantes reunidos en la escalinata universitaria: “No pareciera posible que un país tan pequeño como Cuba se viera obligado a cargar el peso de la lucha contra aquellos que han globalizado y sometido el mundo a un inconcebible saqueo, y le ha impuesto un sistema que hoy amenaza la propia supervivencia de la humanidad”.
Cuánta razón en sus palabras, cuánta actualidad, cuán larga la vista del hombre que se volvió pueblo a fuerza de andar deshaciendo entuertos, fundirse con las multitudes, enfrentar ciclones, estar siempre en la primera línea de batalla, ser el eterno abogado de los humildes.
Tanto amor brindó Fidel que la muerte no pudo retenerle. Anda con su pueblo, entre quienes sueñan con un mundo mejor, en la sonrisa de los niños, en los miles de estudiantes que acudieron, ayer, a la escalinata de la Universidad para, al pie del Alma Mater, brindarles su corazón al hijo eternamente rebelde, al hombre de verde olivo y mirada certera.
Antes que las sombras de la noche tomasen la ciudad, allí se volvió a sentir la presencia del padre amado:
“¡Qué la vida humana se preserve! ¡Qué los niños y los jóvenes disfruten de ella en un mundo de justicia! ¡Qué los padres y los abuelos compartan con ellos el privilegio de vivir!”.
Oscar, me encantó tu comentario. Nuestro invicto Comandante en Jefe no era perfecto, ningún hombre lo es, pero tuvo muchos méritos le explicaba yo a mi hijita en plenos años noventa, y para mí uno de los más acertados fue estar siempre un paso, dos, delante de las macabras ideas del imperio, otro mérito, no tener miedo a decirle las verdades en cualquier escenario, nunca se vendió, nunca se doblegó.