
El acceso a la información es un derecho reclamado por muchos en disímiles contextos y naciones, pero circunstancias como la impuesta por el azote de la COVID-19 prácticamente ha hecho que estar bien informados se convierta, además, en un elemental deber.
A lo largo de estos meses en los que el SARS-CoV-2 ha sido indeseable protagonista, he tenido la percepción de que una parte mínima de la población apenas ha adquirido una exigua noción sobre lo concerniente a la pandemia.
Y, como es sabido, cuando se trata del nuevo coronavirus, “una parte mínima de la población” puede afectar notablemente a la gran mayoría bien informada que incorpora cada dato novedoso a su arsenal personal, en aras de mantenerse libre de un posible contagio.
Emisor y receptor son indispensables para que se haga efectiva la comunicación. En Cuba, la emisión de oportuna y precisa información no ha faltado, pero no todos han asumido la responsabilidad de abrir las páginas de un periódico o encender la TV para conocer detalles sobre el combate a muerte entre la humanidad y el virus.
Usar el nasobuco para no ser multado no es lo mismo que hacerlo para evitar ser contagiado. Y me consta que más de uno llevó, y lleva, la mascarilla sin tener pleno conocimiento de cuánto beneficio le aporta a él y a quienes les rodean.
Otra señal de desinformación la percibí cuando hace unos meses el municipio de Centro Habana tuvo varios focos de la COVID-19, y mi preocupación me hizo llamar a cuatro entrañables amigos que viven en ese territorio para preguntarles, a modo solidario, cómo estaban lidiando con la situación. Para sorpresa mía, solo uno estaba consciente respecto a lo que acontecía en su localidad.
Es lamentable que esos “desinformados” suelan mantener, de modo permanente, su condición de aislados de la noticia. O, en otras palabras, siempre somos los mismos quienes estamos al tanto de cada dato importante y de cómo va el enfrentamiento a la letal enfermedad, e invariablemente también son los mismos quienes parecen vivir en un mundo paralelo donde no se enteran de nada.
Por ellos he pensado cómo se podría hacerles llegar datos de interés vital, y se me ocurre activar altoparlantes (móviles o no) para que escuchen la información a toda voz y de manera inevitable.
Bajo la premisa de que ninguna guerra puede ser ganada si no se conoce a fondo el enemigo, se impone repensar cómo enfrentar esa “debilidad” de algunos que, al parecer, no tienen la necesidad de saber qué pasa. Que también ellos conozcan los pormenores de esta batalla puede ser decisivo para lograr el éxito definitivo. Reclutémoslos entonces como valiosos soldados en la ofensiva final.
Y por suerte o por desgracia, esos que no están al tanto de las noticias son los que no tienen estrés, duermen toda la noche, no cogen lucha con nada, y algunos se han contagiados, pero otros ahí están, como si nada, los veo a diario en mi barrio, mi reparto; en cambio, las personas que estamos al tanto, que sabemos de la importancia de cuidarnos, de no salir por gusto a la calle, de cuidar nuestros ancianos, niños y familares, estás personas donde me incluyo, padecemos de insomnio, sufrimos cuando vemos personas que no se cuidan, tenemos problemas con los compañeros de trabajo, en la guaguas, a veces cuando llega alguien a la casa y le decimos que tome las medidas, aquellas que ya conocemos por todo lo que hemos leídos pero a ellos no parece importarle o las desconocen, nosotros que tanto y tanto nos cuidamos, sufrimos no solo de insomnios, también de miedos, posiblemente tengamos el sistema inmunológico más debil que ellos, así que en estos momentos no se ni que hacer, a veces tengo ganas de salir, ver el mar, ir a la playa, distraerme un poco aunque sea con el nasobuco, pero tengo miedo, porque miedo si nos protegemos? me dice mi espoco, porque si, nosotros nos protegemos, pero cojo lucha con todo lo que nos rodea, me insulto cuando veo tantos irresponsables en la calle sin pensar en el peligro que corren todo el personal de la salud y todos aquellos que están en la primera línea, la guaguas repletas, no se cumple para nada con el distanciaciamiento y menos aún que suben tantos, bajan tantos, todo eso es mentira, y así vivo, luchando una pastillita para poder dormir, porque los milagros de la pasiflora, el tilo y la planta meprobamato, ni cosquillan me hacen.
Me parece un enfoque inadecuado el que se expresa en este artículo. La efectividad en la información reside en quienes la producen. La culpa no puede verse en los receptores. Hay que tener en cuenta que la información sobre la covid 19 debe tener varios canales que no siempre funcionan bien, los medios como televisión, radio, prensa; los factores de los territorios, como el Partido y las demás organizaciones; los dirigentes estatales; la estructura de atención médica, médicos de familia policlínicos, hospitales etc. No le echemos la culpa a las personas que no están informadas, revisemos a todos los responsabilizados con informar y crear conciencia. Como premisa hay que entender que el pueblo nunca es el culpable.
Juan Carlos tienes toda la razón. Pero, por qué la misma foto de hace meses?, es posible que esa familia ya haya aprendido la lección.
La información ha sido bastante buena, pero en La Habana han existido lagunas. En Medios Provinciales se mencionan casos en Municipios pero no a que Policlinicos pertenecen y todos sabemos Municipios son grandes. Ahora mismo hay tres focos en Centro Habana y no sé si están en zona donde tengo amistades. En otros casos nacionales, ejemplo Evento Caimito, que no es en pueblo, es dicen en Escuela Militar y se mantiene en secreto. Hace semanas hubo cantidad de casos en San Miguel del Padrón y no fueron en población, fueron también en un Centro. Sigue el Secretismo a pesar de lo que ha dicho la UPEC.