(UNA ESPADA DE DOBLE FILO)

Al recorrer la carretera de Ciudad Escepticismo, tuve que pasar por el Valle de Ambigüedad.
Adam Smith

La ambigüedad lingüística es una característica inherente a los idiomas humanos, ofreciendo tanto riqueza expresiva como desafíos comunicativos. Por un lado, la capacidad de una palabra o frase para albergar múltiples significados puede ser una herramienta poderosa en la poesía y el arte, donde la interpretación abierta enriquece la experiencia del lector o espectador.

Sin embargo, en la comunicación cotidiana, puede ser una fuente de frustración y malentendidos, especialmente cuando la claridad es esencial para transmitir un mensaje específico. La precisión en el uso del lenguaje es, por tanto, un equilibrio delicado entre la expresión creativa y la comunicación efectiva.

El impacto de esta en la toma de decisiones puede tener consecuencias significativas. Las instrucciones o las políticas poco claras llevan a interpretaciones divergentes, resultando en acciones inconsistentes y resultados impredecibles. Esto es particularmente crítico en entornos donde la precisión y la uniformidad son vitales, como en la medicina, la ley o la ingeniería.

En estos campos el costo es real, afectando la seguridad, la justicia y la eficiencia. En la interacción social es capaz de actuar como una herramienta diplomática o como un obstáculo para la comprensión mutua. Por ejemplo, las respuestas ambiguas pueden ser útiles para evitar conflictos o para mantener abiertas varias opciones en una negociación. No obstante, también pueden generar incertidumbre y desconfianza si los interlocutores perciben una falta de transparencia o de compromiso. Así, la gestión de la ambigüedad es un aspecto clave de la inteligencia emocional y las habilidades de comunicación. Como afirmó Thomas Reid: No hay mayor impedimento para el avance del conocimiento que la ambigüedad de las palabras.

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