
“Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. (…) Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa”.
(Fidel Castro)
La naturaleza, espejo de la humanidad, refleja nuestras aspiraciones y turbulencias. Sus elementos simbolizan nuestras emociones más profundas. En su diálogo con nosotros, nos invita a la introspección. En la narrativa de la vida, es tanto antagonista, mostrando su fuerza, como protagonista, regalándonos calma y belleza.
El diálogo interno que mantenemos con ella, donde las hojas susurran secretos antiguos y el viento trae mensajes de tierras lejanas, nos invita a una introspección. Ella es un personaje en sí misma, con sus propias tramas y subtramas, sus conflictos y resoluciones.
La alegoría de la naturaleza como madre nos lleva a reflexionar sobre nuestro papel en su cuidado. Su estructura circular nos recuerda que todo vuelve a su origen, que cada final es un nuevo comienzo. Los bosques, pulmones del mundo, y las aguas, arterias de nuestro planeta, son testimonios de nuestras acciones. Cuidarla es una epopeya, una lucha constante entre la conservación y la destrucción. Somos los héroes de esta historia, armados con la voluntad de hacer cambios y la esperanza de un futuro sostenible.
Cuidar nuestro mundo es el legado que dejamos a las generaciones futuras. Que sea una historia de compasión, sabiduría y amor por el hogar que todos compartimos. Que cada frase sea un paso hacia la conservación, y que cada palabra sea un grano de arena en la construcción de un futuro más verde y azul.
“La naturaleza es la que habla, pero las palabras de amor y protección deben ser nuestras”.
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