Foto: José Antonio Pillo

“El cobarde muere muchas veces en lo cotidiano,

el valiente solo muere una vez”

William Shakespeare

¡Que paradójico!, las “calles de la muerte” se encuentran excelentemente pavimentadas y provistas de un sistema óptimo de señalizaciones. Pero que sutil detalle: el asfalto en los caminos de la eternidad, de la quietud, están impecables y; sin embargo, las autopistas y caminos de la vida se hunden en pedazos, cráteres y desechos que se convierten en trampas peligrosas, acechantes para todos los usuarios de la existencia.

Un día, cuando llegue ese día, al menos ni siquiera vamos a sentir un solo bache. Por suerte ese viaje, el único sentido será “pura cortesía vial” repleta de ornamentos ineficaces. Quienes cuidan, protegen y administran ese lugar, merecen nuestras felicitaciones, ¿verdad?

Pero bueno, por razones de instintos de supervivencia terrenal, se le notifican a puertas cerradas; pues no es propio de la virtud humana celebrar nada alegórico a un destino desconocido. Es solo para tener en cuenta ese detalle en nuestra vida cotidiana, sin subestimar, ni sobreestimar a nadie.

La debilidad -en las conquistas esenciales- se paga con la propia vida y la pérdida inevitable de su condición para la existencia: el tiempo presente. La experiencia de la vida no se encuentra en las adversidades inherentes durante el camino por ella, sino en la determinación para no perder el rumbo y alcanzar los propósitos que nos trazamos.

En no muchas palabras, reconozco que cruzar la necrópolis de Colón, para acortar la ruta hacia donde practico mi deporte favorito: el beisbol, me hace sentir dichoso de mis compañeros de equipo de la Liga azul de la Organización de Bufetes Colectivos y otros profesionales que la integran. Porque su disciplina es admirable, jamás capitulan ni siquiera asediados por temporales improvisados, ni dejan caer su voluntad en lo ineficaz. Luchan con su fe de vida y, así, continúan mirando al cielo, arriesgándose en la brisa en medio de la cual suelen sostenerse hasta el próximo siglo. Lo importante no es el tiempo, sino lo que pasa dentro de él.

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