
“El cobarde muere muchas veces en lo cotidiano,
el valiente solo muere una vez”
William Shakespeare
¡Que paradójico!, las “calles de la muerte” se encuentran excelentemente pavimentadas y provistas de un sistema óptimo de señalizaciones. Pero que sutil detalle: el asfalto en los caminos de la eternidad, de la quietud, están impecables y; sin embargo, las autopistas y caminos de la vida se hunden en pedazos, cráteres y desechos que se convierten en trampas peligrosas, acechantes para todos los usuarios de la existencia.
Un día, cuando llegue ese día, al menos ni siquiera vamos a sentir un solo bache. Por suerte ese viaje, el único sentido será “pura cortesía vial” repleta de ornamentos ineficaces. Quienes cuidan, protegen y administran ese lugar, merecen nuestras felicitaciones, ¿verdad?
Pero bueno, por razones de instintos de supervivencia terrenal, se le notifican a puertas cerradas; pues no es propio de la virtud humana celebrar nada alegórico a un destino desconocido. Es solo para tener en cuenta ese detalle en nuestra vida cotidiana, sin subestimar, ni sobreestimar a nadie.
La debilidad -en las conquistas esenciales- se paga con la propia vida y la pérdida inevitable de su condición para la existencia: el tiempo presente. La experiencia de la vida no se encuentra en las adversidades inherentes durante el camino por ella, sino en la determinación para no perder el rumbo y alcanzar los propósitos que nos trazamos.
En no muchas palabras, reconozco que cruzar la necrópolis de Colón, para acortar la ruta hacia donde practico mi deporte favorito: el beisbol, me hace sentir dichoso de mis compañeros de equipo de la Liga azul de la Organización de Bufetes Colectivos y otros profesionales que la integran. Porque su disciplina es admirable, jamás capitulan ni siquiera asediados por temporales improvisados, ni dejan caer su voluntad en lo ineficaz. Luchan con su fe de vida y, así, continúan mirando al cielo, arriesgándose en la brisa en medio de la cual suelen sostenerse hasta el próximo siglo. Lo importante no es el tiempo, sino lo que pasa dentro de él.
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Me disculpa el periodista pero no entendí su mensaje. Que bueno que impera el orden y la limpieza y sus calles pavimentadas en el Cementerio Colón. Que desagradable que en las calles de La Habana todos conspiren para hacerla lucir fea y sucia, comunales, el bacheo o arreglo de sus calles, aquellos que en aras de supuestamente arreglar gas, telefono, etc, rompen sus calles, los transportistas que destruyen sus aceras y nosotros como pueblo arrojando basuras, en fin destruyendo el poco ornato existente con la indisciplina. Si lo que queremos es llamar al cuidado de la ciudad, hablemos claro y directo.
Magnífico este escrito que nos ayuda a reflexionar desde el paso del protagonista por el campo santo, en su afàn por acortar el largo trecho que debe andar para llegar al terreno donde practica el beisbol, junto a sus compañeros, otros abogados que integran su equipo de la Liga Azul. Ojalá las crónicas giraran en torno a reflexiones que nos ayudan a pensar y más allá de los sucesos negativos que nos golpeen a menudo, pensar que algo existe más allá del absurdo y que necesitamos también leer algo así. Nada, estimado periodista José A. Pillo, que espero su próxima entrega.Gracias.