“La vida no se trata de esperar a que pase la tormenta, sino de aprender a bailar bajo la lluvia”. (Vivian Greene)
La vida sigue... La vida siempre sigue, pero muchas veces sin que nos motive nada, tardamos en volvernos a enganchar a los valores que nos mantienen pensando en futuro cuando este de repente se trunca.
Queremos predecir lo que pasará y dedicamos muchísima energía a establecer una estabilidad que nos dé la paz del mar en calma, pero a veces el tiempo cambia, a veces vienen olas y otras veces aparecen tsunamis que nos destruyen no solo lo construido sino lo que teníamos cimentado, incluso lo imaginado que nos mantenía con ilusión y nos provocaba a levantarnos cada día por la mañana. Es entonces cuando necesitamos la resiliencia, palabra muy utilizada en los últimos tiempos, pero no tan aplicada en la existencia.
No es más que el arte de vivir en medio de la tormenta. La capacidad de mantener la serenidad, la esperanza y la ilusión cuando todo parece derrumbarse. El valor de enfrentarse a los desafíos, las pérdidas y los fracasos con dignidad y coraje. La sabiduría de aprender de las experiencias dolorosas, de transformarlas en oportunidades de crecimiento y cambio. En fin, una virtud que todos podemos cultivar, y nos permitiría ser más fuertes, más felices y más humanos.
No es algo que se tenga o no se tenga, sino que se puede desarrollar y mejorar con el tiempo. Hay algunas habilidades y actitudes que consiguen ayudar a aumentar la resiliencia, como: Conectarse con los demás, tener relaciones positivas y de confianza con familiares, amigos, compañeros o profesionales puede brindar apoyo emocional, orientación y aceptación en los momentos difíciles.
Buscarle un sentido a la vida, con metas claras y significativas que motiven a seguir adelante, así como valores y creencias que den coherencia y propósito a la existencia.
Ser optimistas, tener una visión positiva de uno mismo y del futuro, confiar en las propias capacidades y recursos, y ver las dificultades como oportunidades de crecimiento y cambio.
Ser flexibles, adaptarse a las circunstancias cambiantes, aceptar lo que no se puede controlar y buscar soluciones creativas a los problemas.
Cuidarse, mantener hábitos saludables de alimentación, sueño, ejercicio y ocio, así como expresar y regular las emociones de forma adecuada.
La resiliencia tiene múltiples beneficios para el bienestar personal y social. Entre ellos se encuentran: Mejorar la salud física y mental, al reducir el estrés, la ansiedad y la depresión. Aumentar la satisfacción y la felicidad, al generar emociones positivas y sentido de logro. Potenciar el crecimiento personal, al favorecer el aprendizaje, la creatividad y la innovación.
Fomentar la empatía, la comunicación y la cooperación. Contribuir al desarrollo social, al promover la solidaridad, la justicia y la paz.
Se puede aplicar en diferentes ámbitos de la vida, como el familiar, el escolar, el laboral o el comunitario. En cada uno de ellos se encuentran ejemplos de personas resilientes que han sabido afrontar las adversidades con éxito. Nelson Mandela, que pasó 27 años en prisión por luchar contra el apartheid en Sudáfrica, y luego se convirtió en el primer presidente democrático de su país es un buen ejemplo.
Stephen Hawking, que padeció una enfermedad degenerativa que lo dejó paralizado y sin habla, y luego se convirtió en uno de los científicos más influyentes del mundo.
Frida Kahlo, que sufrió varios accidentes y enfermedades que le causaron dolor físico y emocional, y se convirtió en una de las artistas más reconocidas del mundo.
Pero no solo hay que mirar a los famosos para encontrar ejemplos de resiliencia. Seguro que también conoce a personas cercanas que han demostrado ser resilientes en algún momento de su vida. Quizás usted mismo ha sido resiliente alguna vez, o quizás lo esté siendo ahora. La resiliencia está en todos nosotros, solo hay que despertarla y potenciarla.
Busquemos información y ayuda profesional si la necesitamos, y, sobre todo, creamos en nosotros mismos y en nuestra capacidad de superación. No es algo mágico ni milagroso, es algo humano y posible. Solo hay que quererlo y trabajar para ello.
Si estás pasando por un mal momento, no hay que darse por vencido ni resignarse. Recuerda, la vida sigue, y debemos seguir con ella. Buscar esa fuerza interior que a salir adelante es lo más importante.
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