Salía de la tienda El Sol, mascullando por lo bajo… Le habían dicho que le tocaba el módulo. Era un anciano que repetía lo mismo y lo mismo con relación a los precios tan pregonados en sus oídos. En su mirada agónica se reflejaba toda la angustia de la imposibilidad de adquirir lo buscado.

Lo detuve y le dije venga a la tienda, mire el cartel donde explican todo, no se lleve por lo que dicen. Me observó como un astronauta pudiera hacerlo ante la presencia de inteligencias extraterrestres y soltó: “Es que donde único el pollo es barato es aquí, además una libra cuesta como 300 pesos y mi jubilación es muy baja”.

De pronto se queda mirándome y dice: “La conozco, es la del periódico, gracias por la explicación, la leo por las verdades que dice”. Quedé pensativa. Y el anciano lleva a cuestas la razón. Cuando menos imaginas, aparece un camión vendiendo cajas de pollo a más de ocho mil pesos o, en cualquier lugar, le plantan una carpa con lo mismo y sin rebajar el astronómico precio para la casi exclusiva proteína animal disponible para la mayoría, sin tener en cuenta que su composición orgánica contiene más agua (en proporción) que la propia tierra.

Todo el año hemos estado esperando que bajen los precios y siguen ahí, inalterables. Las ferias de fines de semana: primero hay que averiguar dónde van a funcionar para establecer los controles pertinentes; pero los precios -aunque algo más bajos- no son asequibles a todos como necesitamos.

Y soy rotunda: cuando la oferta sea mayor que la demanda los precios estarán al alcance de la mayoría. Podrán regular a los revendedores de productos importados que se han diseminado por toda la ciudad; pero los agrícolas sólo cuando se produzca en abundancia y este fue uno de los puntos más debatidos en la reciente Asamblea Nacional del Poder Popular.

Paralelo a eso, la red de comercio estatal, también incrementó los precios. Por ejemplo una bolsa de yogurt natural cuesta 65 pesos, las croquetas de Prodal, tan socorrida variante, ahora tienen el precio de 375 pesos y si los revendones de los kioskos, con mayor poder adquisitivo, las compran y les suman...

Estamos a mediados de año y quienes tienen que sacar cuentas y establecer regulaciones aplicables a los precios tienen un gran dilema delante: que se cumpla lo establecido o mantener el río revuelto. Esa es la cuestión.

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Mirándola así… ¡Trescientos!