Foto: Marian Eugenia Serrano Estepa

Este no es un comentario sobre las consecuencias del cambio climático y el cuidado del medio ambiente, sino un llamado a la reflexión como sociedad para respetar el espacio que habitamos.

Durante el verano, las visitas a la playa se vuelven habituales. Numerosas ofertas gastronómicas y actividades recreativas para sobrellevar las altas temperaturas conforman el escenario propicio para el esparcimiento de los capitalinos. La playa de Santa María del Mar, más conocida como Mar Azul, ubicada al este de La Habana, constituye uno de los destinos favoritos de las familias cubanas y visitantes extranjeros.

En mi más reciente estancia en este espacio recreativo, presencié el exceso de basura en la orilla y dentro del mar. Me dispuse a recoger vasos, latas y otros desechos en el área por donde caminaba. Minutos después, un niño se sumó a la tarea y, apoyado por su padre y otros amigos, recogió más de veinte latas que se encontraban a su alcance.

La ausencia de cestos de basura en la arena (que también es un problema a solucionar), no puede ser una excusa para desechar latas, botellas y recipientes de plástico en el mar.

Para tener una playa más limpia no necesitamos grandes inversiones ni muchos recursos. Nada nos impide mantener la higiene del lugar donde nos recreamos. Disfrutar el verano y proteger el entorno es posible, con responsabilidad y educación.

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