Era domingo y la elegancia vestía al Prado habanero de 1938. Las parejas desfilaban bajo una marquesina iluminada que señalaba la entrada del teatro Fausto, ubicado en Prado y Colón, calles pertenecientes al actual Centro Histórico de La Habana Vieja. Desde su fachada exterior, los créditos anunciaban una “Variedad sonora Mussie del Barrio” y cuatro líneas de luz cambiaban de color, ante la mirada dormida de un león de bronce.

La sala, decorada con inmobiliario metálico, estaba colmada de espectadores. Al sentir el aire acondicionado que, por primera vez refrescaba una sala de cine, las damas habaneras cerraron sus abanicos.
Para sorpresa del público, no había una orquesta al lado del escenario para interpretar la música en vivo. Aquella tarde, cuando el cine Fausto se llenó de aplausos, apareció en la pantalla un curioso cartel en el cual rezaba: “La primera película de este género que se produce en Cuba por artistas, técnicos y personal cubano”.

MÚSICA Y CINE HABLADO

En Prado comenzaron los habaneros a conocer el cine hablado. De acuerdo con el libro Itinerario Habanero (2019), del periodista y escritor cubano Ciro Bianchi Ross, el hecho de relieve cultural, ocurrió en el cine Fausto. Allí se estrenó, en 1932, Maracas y bongó, el primer cortometraje sonoro producido en Cuba, interpretado por los actores Fernando Collazo y Yolanda González, y dirigido por Maximiliano Tosquella, uno de los productores de la película La Virgen de La Caridad. Así lo plantea el capítulo “Ramón Peón: El
Griffith Cubano”, de la autoría del camarógrafo e historiador Arturo Agramonte y del crítico de cine Luciano Castillo, que recoge el libro Coordenadas del cine cubano 1 (2013), de la Cinemateca de Cuba.

Agramonte y Castillo, también autores del capítulo: “Ernesto Caparrós: El hombre orquesta del cine cubano”, perteneciente a este volumen, refieren que, en el filme, insertaron diversas melodías como
Vanidad, de Arturo Valdés; La cumbancha, de Fernando Collazo; la composición de Neno Negret que daba título a la obra cinematográfica, y Lágrimas negras de Miguel Matamoros.

Según el texto, otro suceso relevante aconteció en la sala del teatro Fausto cuando, el 29 de enero de 1940, las cámaras del noticiero de Manuel Alonso captaron escenas del público que abarrotaba el lugar durante la premiére de gala del filme Prófugos, dirigido por Ernesto Caparrós.

ARQUITECTURA Y DISEÑO

Pedro Arcelio Delgado Gómez, arquitecto de la Dirección Municipal de Ordenamiento Territorial y Urbano de La Habana Vieja (DMOTU). Foto: Marian Eugenia Serrano Estepa

“Esta instalación teatral se construyó en 1938 y fue diseñada por el arquitecto Saturnino Mario Parajón Aguilar al estilo Art Decó, que alcanzó mayor auge en Cuba durante los años 1920 y 1940. Los códigos artísticos empleados se fusionaron con la terminación de las cinco plantas, las fachadas revestidas con cemento blanco y la sencillez de la decoración exterior”, explicó Pedro Arcelio Delgado Gómez, arquitecto de la Dirección Municipal de Ordenamiento Territorial y Urbano de La Habana Vieja (DMOTU).

Delgado Gómez agregó que el cine teatro Fausto obtuvo, en el año 1941, la Medalla de Oro del Colegio Nacional de Arquitectos por su diseño y características arquitectónicas de marcado estilo Art Decó, como uno de los exponentes principales del movimiento modernista en el país durante la primera mitad del siglo XX.

De acuerdo con la información de la Ficha Arquitectónica del Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, los componentes estructurales que conformaron su tipo de estructura mixto fueron muros de ladrillo, vigas y columnas metálicas, una cubierta de asbesto cemento y entrepisos de hormigón armado. El edificio, de 19 metros de altura, se construyó en una superficie de 3 009.55 metros cuadrados
con una tipología civil pública.

CULTURA Y TRADICIÓN

“El Art Decó constituyó la primera expresión de la arquitectura moderna en Cuba. Este estilo trascendió a las decoraciones interiores, al mobiliario, al diseño de revistas e ilustraciones de la primera mitad del siglo XX. La Habana se llenó de edificios con líneas rectas y elementos geométricos. Entre ellos destacaba el
Fausto por su belleza y modernidad”, señaló el Doctor en Ciencias Ramón Cabrales Rosabal, profesor, historiador y crítico de arte.

Arturo Pedroso Alés, historiador del Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Foto: Marian Eugenia Serrano Estepa

Arturo Pedroso Alés, historiador del Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, refirió que la iluminación de la fachada exterior del cine teatro Fausto funcionaba con tres medios tubos de acero inoxidable. Cada uno ocultaba en su interior cuatro líneas de luz incandescentes que cambiaban de
color mediante un motor eléctrico. Mientras tanto, el frente por la calle Colón estaba iluminado con lámparas de fundición de cemento y mica. Para resaltar la entrada al teatro había una marquesina
iluminada.

Los edificios en la ciudad se clasifican en cuatro grados de protección, teniendo en cuenta su importancia histórica y cultural. El cine Fausto constituye grado de protección 1, lo cual significa que tiene el mayor resguardo y reconocimiento por parte de la Oficina del Historiador, debido a su ubicación y estilo. Por ello las proyecciones están encaminadas a su restauración” , agregó Pedroso Alés.

NOSTALGIAS DE UNA CIUDAD

“Durante los años 1940 y 1950 los precios de las entradas en el teatro Fausto eran elevados y no todos los habaneros podían asistir a los estrenos de los filmes. Fui algunas veces con mi hermano menor a ver  películas de cowboys y de fantasía. Era una sala grande y moderna, con todas las condiciones para proyectar las mejores películas sonoras de la época”, afirmó Luis Rielo Morejón, actor de cine, radio y televisión.

Irmina Delgado García. Foto: Marian Eugenia Serrano Estepa

Irmina Delgado García, económica jubilada e integrante del proyecto Imagen 3, de Cecilio Avilés, dirigido por Maikel Guerrero, recuerda que, en 1985, cuando su hijo cursaba la secundaria básica, asistían juntos a las funciones del teatro Fausto. “Era fantástico. Los fines de semana, íbamos en la tarde a ver los espectáculos de variedades y salíamos de noche. El cine era muy acogedor en su forma original. Las butacas eran cómodas y funcionaba el aire acondicionado”, expresó Delgado García.

“Me gustaba acudir al Fausto para disfrutar de las obras de teatro en cartelera. La última vez que visité el cine fue durante el Festival del Humor Aquelarre hace diez años. Como habanero lo utilicé y considero que ahora también lo necesito”, comentó Olaff Alejo, artista de la plástica del proyecto Prado.

Oscar Molina, custodio del cine teatro Fausto, afirmó que, en estos momentos, la instalación no brinda funciones al público porque constituye la sede de la compañía de baile Alma Cuba. “Los integrantes de la agrupación ensayan en la sala casi todas las semanas de lunes a viernes durante el día. El interior del teatro tiene mejores condiciones que la fachada y los pasillos”, añadió Oscar Molina.

El teatro que, desde su fundación, acogió las primeras producciones sonoras del cine cubano, hoy muestra un panorama de grafitis, basura y un fuerte olor a amoníaco provocado por las personas que dejan su orina en los rincones y sus columnas.

En sus exteriores muestra un panorama de grafitis, basura y un fuerte olor a amoníaco. Foto: Marian Eugenia Serrano Estepa

Aunque el paso de los años y el peso de la indolencia se apoderen del exterior de su edificación, el cine Fausto seguirá robando miradas y recuerdos a los habaneros de cabellos más blancos y a todos los jóvenes que conozcan su historia.

Otras informaciones:

Mucho más que un gitano