
Hace algún tiempo estaba prohibido escuchar música en altavoz en el transporte público, pero con el tiempo es normal oír cualquier cantante o grupo según el gusto del chofer e incluso, a veces, algunos pasajeros se suman a las letras de moda y van haciendo coro, y lo curioso es que nadie se queja. Así me voy enterando de lo que más suena o más pegao está y hasta me sorprendo cantando en voz bajita.
Lo que nunca había oído era un karaoke en pleno viaje. En la entrada del ómnibus una mujer joven cantaba a todo galillo y lo hacía tan bien que las miradas de los pasajeros se fueron convirtiendo en algo inusual para esta observadora empedernida. En el ambiente había brillo, destacaba un grupo de mujeres cuya vestimenta denotaba que practican tai chi e iban para algún evento.
Y fue ahí que me detuve a observar esas caras surcadas por las marcas del tiempo, con sus ojos pequeños por el paso de los años, que se fueron avivando y yo tejía en mi mente algún recuerdo que los años no borran y que estas ancianas avivaban al compás del karaoke ¿Serían amores difíciles, encontrados, paralelos?, pero amores intensos.
¿Recordarían, acaso, una mirada electrizante que denuncia, un temblor en la cara, un primer beso, un frío por la espina dorsal, un adiós? Algunas comentaban lo bien que lo hacía la cantante, pero yo preferí imaginarlas sirviendo la mesa para el hombre amado, preparando una cama, alisando una camisa, pronunciando una frase de amor, pidiendo que le hicieran un café porque como él nadie lo hace, dando la noticia que llegaría un nuevo ser al mundo fruto del amor.
De pronto el tejido de mi mente fue interrumpido por una risa colectiva. Un hombre bien parecido montó al ómnibus y la cantante lo invitó y -como suele suceder cuando una mujer piropea a un hombre- este se puso serio, mientras todas aquellas féminas de la tercera edad, lo conminaron a sumarse al show, por lo que pensé: No estoy alejada en creerme que todas en sus mentes iban recordando al amor de sus vidas. Y es que no hay ni habrá edad para viajar en la máquina del tiempo y volver a vivir un amor difícil, paralelo o lineal, pero intenso.
Otras informaciones:
Bonito estamos ahora, que de una indisciplina social manifiesta, quizás alentada por el propio conductor del vehículo, usted servidora pública de los medios sociales, con una tremenda dosis de drámatismo, ha creado una noveletta cursi. Seguro me gané, no ser públicado. Gracias, pero lo dije y no me podía quedar con eso.
No hay nada más revolucionario que el pensamiento de una mujer inteligente como lo confirma ser la autora de esa crónica, a través de un hecho real que nos lleva a entender cuánto esfuerzo por intentar humillar a quien nos muestra cómo somos los cubanos y sobre todo como piensa una mujer profesional e inteligente cuando se refiere a sentimientos compartidos, sin calificar de cursi lo que un gran revolucionario, en una reflexión, consideró como una cuota de amor.
He quedado espantada, si además ahora los servidores públicos comienzan a justificar con romanticismo las indisciplinas sociales que por demás no son pocas, no sé verdaderamente a dónde iremos a parar