Foto: Raúl San Miguel

Los medios de comunicación son como un espejo que refleja la realidad que nos rodea.

Pero no todos los espejos son iguales. Algunos son claros y nítidos, otros son opacos y borrosos, y otros están distorsionados y deformados. Hace unos pocos días, la Asamblea Nacional del Poder Popular, sacó a la luz
la versión 34 del Proyecto Ley de Comunicación Social para el escrutinio y la participación pública.

Nos preguntamos, en medio de escenarios tan complejos como los determinados por la guerra mediática contra Cuba: ¿Qué tipo de espejo queremos que sean los medios de comunicación? ¿Qué responsabilidad tienen los periodistas y los comunicadores de mostrar la realidad tal como es, sin tergiversarla? Y,
desde mi experiencia de labor, considero que la ética periodística es el conjunto de principios y valores que guían el ejercicio profesional de la comunicación.

Entre estos principios se encuentran la veracidad, la objetividad, la imparcialidad, el respeto, la honestidad y el rigor. Valores que no solo benefician a los periodistas y a los medios, sino también a la sociedad en su conjunto. Una sociedad informada es la que queremos y necesitamos. Sin embargo, no siempre se respeta la ética periodística. En las redes sociales del ciberespacio, los llamados medios alternativos difunden noticias falsas, rumores o bulos que generan confusión y desconfianza en la población.

En la actualidad, cualquiera tiene un blog, o un canal de YouTube, o sencillamente existen medios donde predomina una prensa amarilla y sensacionalista cuyo único objetivo es desacreditar para crear el descontento. La comunicación es un instrumento poderoso para informar, educar y entretener, donde estamos obligados a preservar nuestra identidad y memoria histórica como baluarte de la cultura de una nación.

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