“La honestidad es siempre digna de elogio, aun cuando
no reporte utilidad, ni recompensa, ni provecho”.
Marco Tulio Cicerón.

La honestidad ilumina con su luz la verdad de cada situación. Ser honesto significa no oscurecer la realidad con mentiras o engaños, no esconderse tras las sombras de la manipulación o el egoísmo. También significa no robar el fruto del trabajo ajeno, sino valorar el esfuerzo y el sudor de los demás. Ser honesto es ser fiel a uno mismo y a los demás, sin traicionarla confia nza ni la lealtad.

Implica respetar y considerar a los demás, como flores de un mismo jardín, con sus colores y sus aromas. Es ser coherente entre lo que se piensa, se dice y se hace, sin contradicciones ni dobles discursos. Ser honesto es actuar directo, como una flecha que va al blanco, sin rodeos ni excusas, asumiendo las responsabilidades y las consecuencias de nuestras acciones. Es ser humilde y sincero, sin presumir ni ocultar nada.

Debemos serlo con nosotros mismos, aceptando nuestras virtudes y defectos, como las luces y las sombras de un paisaje. Es tener una autoestima sana y una confianza en nuestras capacidades y, por supuesto siempre ser así con el resto de las personas, mostrándonos tal como somos, sin máscaras ni falsedades. En ser auténtico y original, sin copiar ni imitar a nadie, abierto, llano, consecuente con las ideas que proclamamos está ese gran valor que es la honestidad.

No es hablar compulsivamente y dar discursos de algo que en verdad no practicamos, es hacer y decir lo que en realidad somos y actuar y comportarse de esa manera que pregonamos. “El silencio se convierte en cobardía cuando la ocasión demanda decir toda la verdad y actuar acorde a ella”. (Mahatma Gandhi)

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