El respeto a sí mismos es el primer paso para ser independientes. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera

“La única verdad de esta vida, y la única fuerza, es el amor”, José
Martí

Las personas tóxicas están quejándose constantemente. No están a gusto con nada, todo les parece mal y siempre están enfadados con el mundo. Cuando nos rodeamos de personas así puede llegar a ser un problema. Son vulnerables a todo tipo de comentario, y pueden hacer insoportable la vida para su pareja y para quienes considere amigos como propiedad privada. Celan hasta a su sombra. Esto está intrínsicamente ligado al amor propio y la autoestima.

El amor propio es la relación que tenemos con nosotros mismos. Es conocerse y aceptarse tal y como somos. No implica que pensemos que somos perfectos, sino que nos valoramos con nuestras imperfecciones. Tener amor propio es ser consciente de que algo te está haciendo daño y no desear eso para ti, es priorizarte.

Ambas cosas están muy relacionadas, pero no es exactamente lo mismo. La autoestima se nutre del valor que le damos a todas las dimensiones de nuestra vida. El amor propio va un paso más allá: es la aceptación incondicional de nuestro ser. No depende de quién somos o qué hacemos.

Amarte te libera. No se depende de otra persona para sentirse un ser completo y feliz.

No se trata de sentirse superior a los demás, al contrario. Cuando tu autoestima y amor propio son buenos, no necesitas compararte con nadie, estás bien con quién eres y qué tienes y no te validas a través de las dificultades o persistes en necesitar a otro para estar pleno.

Solo hay un amor que es para siempre: el amor propio.

Uno de los aspectos de importancia en el bienestar emocional y en el desarrollo personal de un individuo, que debemos tomar en consideración es la autoestima, debemos querernos tanto como lo merecemos.

Las personas tóxicas, con baja autoestima y poco amor propio deben establecer objetivos, ideales,
proyectos, deseos propios, para ayudarse a sí mismos y no convertirse en algo negativo para la pareja
y amistades, que terminan cansándose de su inestabilidad, desconfianza, victimismo y, en fin, logran frustrar grandes relaciones con esas actitudes.

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