
El amor pide calle, pide viento, no sabe morir en la soledad".
(Julio Cortázar).
El verdadero amor no necesita de maquillajes ni arreglos costosos, lo que se lleva en el alma, la manera de ser, sonreír, hablar, mirarse y, por supuesto, la química, según los científicos, esos procesos raros y complejos del organismo hacia otro ser, que puede ser un olor solo perceptible para el cerebro y que hace aflorar hormonas de deseos y pasión.
Pero, ciencia aparte, la atracción, el amor, implican muchos sentidos… hasta la razón y lo irrazonable. Y también involucran las cosas comunes, sencillas, sin adornos, al natural. Hasta los pensamientos se abrazan en esa conjunción única, hacedora de que dos personas entrelacen sus vidas. Hay que saber volar, como dijera Oliverio en El lado oscuro del corazón, “si no sabe volar, no me interesa”.
A ese amor puro, sin intereses, tan limpio y sencillo como una margarita del campo, le han dedicado versos poetas y cantores de todos los tiempos. Desde nuestro José Martí, hasta Mario Benedetti o Neruda, y es que sus flechas no requieren de derroches ni ostentación cuando es real. Se siente y ya, nos dejamos llevar al ritmo de sus acordes entre dedos entrelazados y abrazos que enredan las almas.
Entonces digamos como Kelvis Ochoa, “Tonta, no te arregles más el pelo y volemos”.
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