Foto: Tomada de Redes Sociales

“Tengo que matar cuatro personas, ahora no puedo…”. Lejos está el anterior parlamento de formar parte del guion de una película de matones. Apremiado por un familiar el adolescente, sin dejar de mirar la pantalla del celular, responde con total tranquilidad. Es esta una estampa sacada de la vida diaria de ese azar concurrente al que todos pertenecemos.

Escuchar semejante argumento me causó estupor grande pero asumí que lamentablemente debe decirse con demasiada frecuencia. Y es que la enajenación por los videojuegos también es seria en Cuba, cual marabú va regándose por las neuronas en especial las juveniles.

Lo más probable es que se me tilde de extremista; que es solo un pasatiempo. De acuerdo, lo triste es que el adolescente me pareció un muchacho educado, bueno de alma; a pesar de que enseguida objetó el reclamo con poses de gánster como si linchar, para él y los suyos, fuera lo más normal de la cotidianidad.

Las familias y los sistemas educativos y formativos, -eslabones de la larga cadena cívica de la sociedad socialista-, pudieran propiciar espacios y productos multimediales lúdicos menos reprobables y sí de acorde con aspectos fundamentales de la actualidad: luchar por detener el cambio climático, contra la expansión malsana de monopolios industriales en detrimento de empresas locales, ser policía y velar por la tranquilidad ciudadana sin tener que abatir a nadie y así sucesivamente.

Con producciones inteligentes, nosotros -en Cuba- pudiéramos competir creando ofertas propias y desplazar esos videojuegos ajenos a nuestra identidad nacional y seguir siendo universales.

Damos por sentado que a la larga este joven, ni ningún otro cubano, van a convertirse en asesinos seriales y así lo vemos como un tema de puro entretenimiento; no obstante, es un llamado de atención sobre las extranjerizantes y nocivas influencias que reciben nuestros hijos y nietos. Asusta que le queden por “matar cuatro personas…”.

Prohibir sería infructuoso. Se trata de reproducir valores humanos como bondad, solidaridad, paz, compasión o muchos otros para afianzar –desde divertidas propuestas- acciones coincidentes con nuestra predica martiana y humanista. He ahí una probable rectificación desde la resistencia creativa.

Ver además:

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