
En una de mis recurrentes lecturas de cabecera encontré una reflexión Arthur Schopenhauer, el filósofo alemán, considerado entre los más brillantes del siglo XIX y de más importancia en la filosofía occidental, una certeza: “La compasión por los animales está íntimamente asociada con la bondad del carácter y puede ser afirmado que el que es cruel con los animales no puede ser un buen hombre”.
Como un flechazo recordé aquel fragmento del texto escrito por nuestro José Martí, director de La Nación, fechada en Nueva York, el 15 de marzo de 1888: “(…) cuando al caer exhausto su percherón sobre la nevada, salta un carrero del pescante, le afloja los arneses, le pone por almohada la collera, lo abriga con la manta que carga para protegerse los pies, y se quita el propio sobretodo para echárselo encima al animal, que le lame la mano…” más dolor sentí en lo experimentado en uno de los lugares emblemáticos de esta Ciudad Maravilla: el Gran Teatro de la Habana Alicia Alonso y el Parque Central.
Se pueden ver allí, los caballos, recios y hermosos animales con la cabeza agachada, bajo el imponente sol, arrostrado del fuerte salitre, la lluvia, el ruido, por momentos ensordecedor, de los vehículos… día tras día, sin derecho a la queja, en todo caso un imperceptible resoplo de agotamiento.
Cada vez que paso por ese lugar, desvío la mirada para evitar el disgusto, sobre todo si coincido con esos ojos tristes que se me antoja, piden ayuda. Hace poco no pude contenerme y le increpé a uno de los dueños sobre esta situación inhumana y su respuesta prepotente, me dejo estupefacta: “Eres una ignorante, los caballos nacieron para soportar esto”.
Experimenté una mezcla de rabia, dolor, pero sobre todo impotencia ante tanta indiferencia y crueldad. ¿Y entonces, cómo y cuándo se aplica el Decreto-Ley No. 31 de bienestar animal, capítulo I publicado en la gaceta oficial del 10 de abril de 20021 en su Artículo 5? Aun así, quiero seguir creyendo en el ser humano, que no se haga necesario imponer leyes, decretos para enseñarlo a amar.
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Totalmente de acuerdo con el artículo. Pienso que en cuanto al bienestar animal en nuestra capital aún después de haberse aprobado el decreto ley que lo regula, no hemos avanzado casi nada. Y si del trato a los caballos se refiere, pienso que los dueños de esos animales - que por supuesto no en su mayoría pero si en una parte considerable de ellos - los maltrata y mucho bajo la indiferencia de las autoridades de los municipios. A estas alturas no me queda claro donde y con quien denunciar los casos de maltrato animal. Es cierto que los cocheros dueños de caballos dependen económicamente de sus animales pero a mi entender eso implicaría un trato esmerado, más, no es así. De acuerdo estuviera yo con la obligatoriedad a que debieran estar sometidos esos maltratadores a cumplir con cuanta regla o medida sea posible y que garantice la felicidad de esos animales aún cuando eso implique afectación económica. No es de justos maltratar un animal por dinero. Que criterio podrán llevar de regreso las personas que visitan nuestro país, sobre el trato que damos en Cuba a nuestros animales. Natacha, periodista, por personas como tú es que mantengo viva la esperanza de que nuestros animales, un día no muy lejano gozen de la felicidad que nuestra sociedad de seguro les brindará aunque para ello sea necesario dejar a un grupo importante de dueños sin su animales.