Tiene solo 25 años, pero, se me antoja que su rostro refleja una madurez alcanzada por la experiencia vivida. Michel Naranjo Céspedes, joven que, como muchos otros, vio partir a su mamá a cumplir con un deber sagrado: ayudar a los necesitados.

La doctora Alina Céspedes Estrada, integrante de ese contingente de batas blancas que con dolor ha tenido que abandonar a sus pacientes. Entre mezclas de lágrimas y alegría, es recibida por sus hijos, por su pueblo que se sienten orgullosos de ella.

- ¿Cómo han sido estos años sin la presencia física de tu mamá?

- Hemos mantenido la comunicación en todo momento, y por ello he podido constatar que no todos gozamos del privilegio de contar con un sistema de salud como el nuestro. Existen personas que no conocen lo que es un médico.

- ¿Qué sentías cuando escuchabas sus vivencias?

- Mucho orgullo, porque mi mamá estaba ayudando a otros a aliviar su dolor, a personas necesitadas y eso me hizo ver su grandeza no solo como madre, sino como ser humano.

- ¿Cómo han sido estos días?

- De mucho dolor para mi mamá, aún cuando nos extraña. Me asegura que el pueblo brasileño pierde una atención de salud con calidad que necesita. Ha visto las lágrimas de quienes saben que ya no van a contar con el amor y el cariño de ella. Se siente muy entristecida, porque no puede terminar la misión.

Estas son las palabras, en entrevista concedida a Tribuna de La Habana, de un joven de este tiempo que ha vivido muy de cerca la labor de nuestros médicos, quienes diariamente dan muestras de altruismo y colman de amor y esperanza, dejando huellas que demuestran su grandeza y solidaridad.