El sector de la Salud Pública de Cuba, uno de los más afectados por el bloqueo. Foto: Tomada de Cubadebate

Decidí revisar papeles viejos. Encontré una carta curiosa. Un amigo explicaba santo y seña de cómo
podríamos cruzar la frontera y llegar al sueño dorado de los Estados Unidos. Mi esposo la leyó y dijo: “Ana allá comeremos diferente, tendremos más bienes, pero espiritualmente estaremos muertos. Esos compañeros míos, nunca más en sus vidas, tocarán una cámara de cine. Dejaron en Cuba sus sueños”.

Y llevaba razón. En esta tierra, la suya, creó todos los documentales que quiso, participó en festivales como jurado y concursante, fue docente de cine, reconocido como personalidad de la Cultura; mientras yo me he dado el gusto de escribir.

Juntos pasamos momentos difíciles como todo cubano que vive acá. A veces, cuando algunas personas hablan de sus sacrifi cios personales, respondo: Cuando el bloqueo llegó yo estaba aquí, nadie me hace cuentos.

Lo que sí me hace diferente es que mi padre con luz larga nos conminó a estudiar, aprovechar las oportunidades que ofrecía la Revolución, pues la alimentación no sería la más deseada; sin embargo, no dormimos con el estómago vacío, los zapatos no serían a la moda; pero no anduvimos descalzos. Hubo libros, vacunas, bibliotecas, deportes, playas públicas, en fi n una vida diferente para todos, campesinos y
citadinos tuvimos las mismas oportunidades.

El bloqueo sigue ahí y se han ensañado con nosotros. Nosotros porfi ados también seguimos. No despedimos
el año con 12 uvas. No siempre hay carne de cerdo asada el 31 de diciembre, pero hacemos fi esta con lo que tenemos. Nos divertimos y lanzamos el cubo de agua por un futuro mejor.

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