
La vida es una sola y corta, ahora tenemos 20 años, y creemos de veras que nos sobra el tiempo, que un mundo nos queda por delante, pero de pronto tenemos 50, y ni sabemos cómo tan veloces se fueron esos años, y luego 60, y ya estamos inesperadamente en el ocaso de la vida.
Desafortunadamente perdemos un tiempo valioso, pasan los segundos, los minutos, las horas, nada de eso regresa, cada uno que pasa es ya pasado, un instante irrepetible, no se vuelve atrás ni forzando las manecillas del reloj, ni se ha inventado la máquina que viaje en el tiempo, o sea, se nos fue la vida.
Entonces nos damos cuenta de las oportunidades perdidas, sufriendo, odiando, enojados, por cosas que, posiblemente, no valían la pena, cosas materiales, o peleando cual guerreros en colas, con caras largas y amargadas, en vez de respirar profundo, amar, saber que estamos vivos y tenemos salud y ya eso es motivo para sonreír.
Que la vida está dura, cierto, que en una cola uno se incomoda a veces y sí que es necesaria porque es el sustento de la familia, que los apagones mortifican y más en horarios pico de cocinar, que la economía nos lleva recio y no alcanza…, todo es real, pero debemos tratar de echar una mirada optimista, de no sentir enfados, amarguras que al final no resuelven nada, al revés, empeoran todo porque psicológicamente afectan la salud y con ello nos enfermamos y es otro problema más.
Hay que apreciar lo bueno, aunque sea poco, agrandarlo, dar relevancia al amor por sobre el odio o el enojo. Tratar de pintarnos la vida de colores y no de negro, pues así se nos pasa la existencia entre una pelea con nosotros mismos y la desolación y el dolor. Tratemos de sobrellevar con la mejor sonrisa los problemas, haga meditación, viva a todo dar y con muchas ganas; porque al final, nos vamos como vinimos, sin nada, y solo nos llevamos los momentos felices, las risas, la familia y el modo en que supimos transitar por la vida.
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