
Existen personas que lamentablemente por filiación política e ideológica o por mezquinas ambiciones se desprenden de su condición humana al grado de silenciar y no condenar las decenas de acciones terroristas ejecutadas contra Cuba, orquestadas desde la cuna de la mafia miamense donde radica lo más reaccionario del llamado exilio, donde además impera un lucrativo negocio por parte de la contrarrevolución.
Sin embargo, en ese país hay también estadounidenses y cubanos los cuales simpatizantes o no con el gobierno de la Mayor de las Antillas se oponen al bloqueo, la injusticia, violencia, y a las manifestaciones de odio que fomentan grupos de poder y fracciones extremistas cobijados esencialmente en la Florida los cuales son responsables de patrocinar el terrorismo y la subversión desde Washington y pululan por calles norteamericanas, con total impunidad.
Connotados asesinos, por solo mencionar dos connotados terroristas, Luis Posada Carriles y Orlando Bosch que planificaron la voladura del Avión de Cubana en Barbados en 1976 con 73 personas a bordo. Ambos criminales fallecieron de muerte natural en EE.UU. sin ser condenados como lo que eran, terroristas confesos.
Llama la atención cómo la nación que dice representar la “democracia y defensa de los derechos humanos” protege a criminales y mantiene un vil asedio que obstaculiza la compra de recursos, tecnologías, alimentos y medicinas para la población cubana.
La administración demócrata que preside Joe Biden continúa con la añeja y genocida estrategia encaminada a rendir por hambre y necesidades a millones de ciudadanos de esta nación caribeña que anhela vivir en paz, con desarrollo sostenible e igualdad de oportunidades para todos.
Así mismo la inoperancia de la Casa Blanca ante cada ignominia cometida contra la Isla muestra su único y real propósito; destruir la Revolución, sus conquistas y el novedoso programa que hoy se erige encaminado a la actualización del modelo económico que construye, orientado a la búsqueda de prosperidad, con justicia social e independencia.
Elementos antisociales con amplia trayectoria delictiva y asalariados de entes procedentes del exterior y de muy baja calaña moral son -por lo general- quienes encabezaron los actos vandálicos y de furia ocurridos el 11 de julio del 2021 y los fallidos intentos recientes por revivirlos en los últimos meses en el país.
Grupúsculos siempre estimulados de manera oportunista desde el exterior por sujetos inescrupulosos que se aprovechan de la presencia de la Covid-19(controlada por el talento y profesionalidad de científicos, médicos y personal de Salud formados por la Revolución) y por las secuelas del inhumano cerco yanqui.
Esa realidad bien la conocen los que han vivido o visitado esta tierra de hombres y mujeres dignos y corajudos, aunque en las redes lo nieguen, omitan, y profieran mensajes de odio, falacias y tergiversación de la verdad, denotando con esa destructiva actitud, impotencia, frustración e ira al tiempo que pretenden promover divisiones en el seno de la familia cubana. No perdonan que a pesar de tanta maldad contra este pueblo, este resista unido, viva y muestre modestos signos de recuperación.
Las actitudes delincuenciales, de desobediencia civil, subversivas y de índole destructiva son sancionadas en cualquier otro país, incluyendo EE.UU donde la policía no escatima recursos para reprimir manifestaciones y sobre todo a los afroamericanos e hispanos.
Los cubanos saben discernir entre reclamos legítimos de ciudadanos afectados por déficit eléctrico, escaseces de productos, cuestiones estrechamente relacionadas con la crisis global que atraviesa el mundo que aquí se acrecientan con el bloqueo que priva de adquirir los recursos financieros y materiales que se precisa para la vida armónica de la sociedad.
Una vez más el pueblo cubano sobrevivirá y vencerá, como ayer logró erradicar el analfabetismo y mejorar los índices de cultura general de sus compatriotas luego de décadas de oscurantismo institucionalizado. También saldrá victorioso ante un contexto internacional quizás más complejo que el denominado período especial de los años 90, entonces sin presencia ni apoyo del campo socialista, y un manifiesto hegemonismo y expansionismo de Norteamérica.
Los tiempos cambian y más temprano que tarde el multilateralismo y las relaciones de colaboración y complementariedad entre las naciones se impondrán. Cuba está abierta al mundo de la solidaridad, el intercambio comercial ventajoso para las partes, la buena vecindad y el respeto a la autodeterminación de los pueblos.
La era del golpismo, la barbarie, el intervencionismo y terrorismo de Estado, sucumbirán. El siglo XXI tiene que ser ante todo el de la pujanza de la civilización humana contemporánea.
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