Foto: Oilda Mon

Que la desidia y el mal trabajo parecen otra epidemia que nos azota, estoy seguro que muchos lo afirmarían. Pero para combatirlo hay miles de ejemplos cotidianos que, por habituales, pasan desapercibidos. Cierto también que el deber debe cumplirse llana y sencillamente, sin aspavientos ni alardes, pero hay momentos que asombran.

Golpeados por todos los epítetos, mal intencionados o con razón, muchos organismos y empresas sufren de tener que cargar con mala imagen, más en tiempos donde no hay muchos recursos para hacer. Y queda en el imaginario colectivo la idea de ineficientes, indolentes, sin pensar que hay tantísimas ocasiones cuando detrás de cada obra hay personas poniendo su máximo esfuerzo.

Tal fue el caso, justo esta semana, de los trabajadores de la Empresa Eléctrica. Ante una avería en la parte eléctrica en la vivienda de una vecina suya, mi compañera de trabajo, Belén Sardiñas, llamó para que resolvieran un corte en el circuito que se había producido en la suya, ubicada en la calle 31 entre Máximo Gómez y Maceo, Cojímar, La Habana del Este.

Desde la operadora que la calmó -cuando en medio de su desespero hablaba a toda velocidad-, hasta los operarios que fueron a medianoche con un clima lluvioso, todos actuaron con suma profesionalidad, yendo más allá de lo que usualmente se espera.

Al final resultó ser una simple operación que en menos de cinco minutos se resolvió, tan sencilla que uno de ellos dijo: “Vinimos por nada”. Pero realmente no, no fueron por nada. Fueron y demostraron que hay muchas personas trabajando desde cualquier lugar, dispuestos a cumplir su labor, y hacerlo de la mejor forma posible, dando el mejor trato que se puede esperar.

Ojalá que llegue el reconocimiento a esos trabajadores eléctricos, operadoras telefónicas incluidas, pero sobre todo multiplicar este ejemplo, el cual demuestra que, si bien no todos, una buena parte de las dificultades se pueden resolver poniéndole empeño y ganas al trabajo que se realiza.

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