
“Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad”. (José Martí)
Ponerle corazón y mucho es lo que hicieron los científicos cubanos para crear nuestras propias vacunas, incluso a pesar de un feroz bloqueo, y esperando por reactivos de terceros países, que no se mencionan para que no sufran las consecuencias de ayudar a Cuba. Y lo lograron, las vacunas cubanas son orgullo patrio para nuestra Isla.
Ponerle corazón es lo que hacen día a día los médicos y el personal que acompaña la tarea, al luchar contra esta terrible pandemia, la COVID-19, en nuestra tierra y en lejanos rincones para ayudar a la humanidad toda.
Los cubanos siempre hemos puesto corazón, es parte de nuestra idiosincrasia abrazar pecho contra pecho, estrechamente en ese instante en que recomponemos almas, saludar con besos en la mejilla, el brazo protector del amigo o del colega sobre los hombros, demostraciones de afecto que hemos aprendido a contener y cambiar para expresarlo con la mirada.
En beneficio de nuestra salud, en esas miradas de entrega, amor, afecto, va el corazón de cada uno. Ha costado trabajo, porque somos un pueblo de gente alegre, solidaria, abierta, y dada a las ternuras, la amistad expresiva y el amor en el más amplio de los sentidos, pero hemos logrado que se sienta ese volcán de sensaciones de cariño, sin tocarnos.
Corazón le ponemos siempre a la Patria, tanto que no concebimos otra bandera ondeando que no sea la nuestra ni una bota imperialista pisando este suelo amado.

En fin, Cuba es puro corazón, para sus hijos y para los más desfavorecidos del mundo, y lo entrega aquí y en lejanos parajes para el bien de los “pobres de la tierra”, sin escatimar en sacrificios y sin conocer el egoísmo.
Vencedores de retos somos los hijos de esta Isla, herederos dignos de quienes nos precedieron.
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