Buscábamos un lugar a la sombra para parquear y dirigirnos a la  farmacia de la calle 114 en Marianao, cuando escuchamos una voz  femenina que con asombro decía. ¿Cómo que 20,00 pesos un aguacate? El carretillero no se inmutó y la mujer molesta siguió su camino. 

Desde ese día, con la curiosidad de guardia, detengo la mirada en cada carretilla y pequeño kiosco que encuentro y descubro con estupefacción que los precios de algunos productos han subido 1,00 peso o 2,00. Por ejemplo, las habichuelas abandonaron los 5,00 pesos los mazos para encontrarlos más pequeños, a 6,00 o 7,00. 

El ají cachucha es otro renglón que sube, al igual que los frijoles colorados, sin olvidar el pepino y los plátanos machos maduros. Pero el asombro me colmó ante el coco rallado que era a 10,00 pesos la libra y tenía incluida la jaba. Ahora es a 12,00 y hay que pagar el envase, pues según los vendedores el coco subió de precio. La carne de cerdo limpia, los domingos, a 50,00 pesos la libra. Sin olvidar los autos que con sus maleteros repletos se detienen en algunas esquinas con los mangos carísimos. 

Por suerte, ante tanta desidia, por lo menos en mi Alamar, hay mercados estatales con abundancia de plátanos machos y frutas, boniatos, mangos riquísimos, y aguacates y a veces limones al alcance de los bolsillos. 

Un producto fuera de estación y con calidad puede tener un precio  alto, pero el aguacate bajó de la mata a 10,00 pesos cada unidad y el limón a 5,00. Si no tuviéramos la contrapartida del Estado ¿comeríamos aguacate o tomaríamos limonada? 

Solo pregunto. ¿Quién o quiénes son los responsables de controlar esas violaciones?, ¿es qué solo a unas mercancías les corresponden precios controlados? ¿Qué hacer? 

Foto: Francisco Blanco