Foto: Francisco Blanco


Nunca le he preguntado, desde muy pequeñito dijo que sería médico. Estoy casi segura que su vocación comenzó a formarse cuando solía jugar con las vecinitas, cuyo papá es clínico y la mamá enfermera. Sus padres y profesores, dijeron: “tienes nuestro apoyo, pero no olvides que serás un eterno estudiante y deberás estar listo para ayudar a los demás en cualquier circunstancia”. Solo comenté, uno pasa casi toda la vida trabajando, por lo que hay que sentirse bien en su ejecución. Hoy es médico.

Este recuerdo lo traigo a colación porque ante la proximidad de las pruebas de ingreso es recurrente la pregunta. ¿Y tu hijo qué carrera va a estudiar? Y algunos responden que aún no saben.

Las universidades convocan a las jornadas de puertas abiertas para que los padres acudan con sus hijos a recibir orientaciones o aclarar dudas sobre las diferentes carreras y así ir perfilando el futuro. Pero lo que define lo que será el resto de sus vidas debe comenzar a forjarse desde edades tempranas.

Sé de progenitores profesionales o que practican algún oficio, que involucran a los hijos en las conversaciones sobre sus trabajos, lo que no quiere decir que los sigan. Pero bien pueden ser una guía.

Opino que hay que llevarlos a museos, teatros, incitarlos a la lectura, comentar las noticias de los periódicos, escuchar música, disertar sobre el estado del tiempo, el color del mar, de las estrellas…

No se puede, a mi entender, terminar la enseñanza primaria y acudir a la secundaria porque el niño deba seguir en la escuela o porque constituye una obligatoriedad. Si luego decide por la enseñanza tecnológica, de oficios o ir a la universidad, es porque será un hombre o mujer realizado personal y profesionalmente.

Tampoco debe insistir en que logre lo que usted no alcanzó. Hay que mirar las notas obtenidas, su desarrollo, inquietudes y crearse una opinión de lo que realmente puede conseguir su hijo. Ayúdelo.