Mientras el país prepara las condiciones para la unificación monetaria y cambiaria, el tema relacionado con el trabajo vuelve a ser la prioridad en las reflexiones de la agenda pública. Se advierte que más de un millón de conciudadanos permanecen sin vínculo laboral reconocido, muchos por decisión propia para “vivir de lo que se pegue”.

Colocar la llamada pirámide en su justa base requiere un cambio en la mentalidad de todos. Recientemente escuché a unas personas debatir sobre la cuestión y una frase: “A mi esa pincha no me gusta”. Bueno, me pregunto: ¿Cuál es el trabajo que puede realizar alguien si carece de las competencias profesionales? Lo cierto es que no podemos continuar con un lastre, caracterizado por la actitud de esa considerable cifra de ciudadanos para los cuales todas las garantías de derechos están disponibles en este país, incluido el trabajo.

Por una parte, crece el número de trabajadores que optan por labores de cuenta propia. No es óbice asegurar el elevado nivel de instrucción académica o profesional de la mayoría de estas personas, entre las cuales podemos ver los disímiles oficios –con la certificación de técnico medio y nivel superior– entre quienes realizan labores de camareros, choferes, personal de servicio y un largo etcétera desde el cual podemos advertir el escape de las grandes erogaciones del Estado cubano para sostener la educación gratuita hasta el egreso de estos profesionales lejos de la actividad para la cual fueron preparados.

El asunto posee tantas aristas que nos obliga a pensar en la titánica labor que representa reordenar la economía de nuestro país. No habrá ni artificios, ni artes de magia. La archiconocida frase: “De cada cual según su capacidad…” es hora de que deba completarse con cada cual asumir un trabajo. De lo contrario sería sostener “un cuento” (justificación para no trabajar) mucho más largo.

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