
Hay sustancias nocivas que vienen escondidas en un papel cualquiera, en un puñado de orégano seco o en un simple cigarro. Así se abre paso en nuestras calles el llamado “químico”, esa droga sintética que, como una sombra traicionera, genera la adicción casi desde la primera vez y ha comenzado a corroer silenciosamente la salud de quienes la consumen.
El químico no es marihuana, es un cóctel de laboratorio armado con anestésicos para animales, formol y psicofármacos. Una mezcolanza de venenos que, en lugar de ofrecer "¡a promesa ilusoria de un viaje" a la enajenación conduce con frecuencia al hospital, a la locura o incluso a la morgue.
Basta con una dosis diminuta para provocar taquicardias, convulsiones, delirios violentos y crisis psicóticas. Dura minutos el “subidón”, pero deja cicatrices para siempre.
Durante décadas, Cuba fue un territorio casi inmune al flagelo de las drogas. La política de tolerancia cero, la vigilancia comunitaria y el tejido social habían logrado lo que en otras latitudes parecía imposible.
Sin embargo, la crisis económica, el desespero y la pérdida de horizontes han abierto hendijas por donde se cuela esta nueva amenaza.
El peligro no se limita al consumidor. El químico altera conductas, genera agresividad, impulsa actos irracionales que pueden poner en riesgo a cualquier ciudadano. Una comunidad donde sus jóvenes caminan al filo de la psicosis es una comunidad herida, expuesta, vulnerable.

Por eso urge hablar de frente, sin miedo ni eufemismos. El primer paso es reconocer que el problema existe y que se expande. No basta con la condena moral: se requiere aplicar con rigor las leyes contra quienes importan, producen y distribuyen este veneno, pero también tender la mano a quienes, en el fondo, son las víctimas de este mercado de miseria. Jóvenes atrapados en una adicción feroz que no eligieron del todo, pero que los devora sin piedad.
El químico no es una moda pasajera ni una travesura experimental: es una bomba que estalla en los pulmones, en la mente, en las familias. Cuba, que supo resistir tantas batallas, no puede permitirse perder esta. Reconocer el peligro, abrir los ojos y actuar ya, es la única forma de impedir que esta droga siga sembrando despojos humanos allí donde antes había sueños.
Ver además:
Realizan barrio debate cederista sobre prevención de drogas en La Habana

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Ya está bueno de "barrio debate", medidas represivas fuertes es lo único que parará este serio problema y con sanciones fuertes, no con "curitas". Vengan al municipio Playa, por toda la calle 19, desde la Sierra hasta Buenavista, a "la cara la venden y la consumen" y no pasa nada. Y ahora comienza el nuevo curso escolar y asedio a los estudiantes.
Hablar claro como la nota que origina este comentario. Explicar bien en escuelas y otros espacios. Preparar linea ayuda y aquellas que sirvan para denunciar. Desde la escuela, explicar con claridad y mano de hierro con los que la comerciam y la importan
Vengan en Buenavista playa calle 62 entre 27y 25 más de 5 famila venden en esta Quadra
considero que el enfrentamiento no está generalizado, porque en el consejo popular de arroyo naranjo, están los qumikeros(con aquí les dicen) apululu en las calles, parecen dueños d esos espacios, son intocables. saludos y ayuda Carlos
Es un tema en extremo peligroso, hay que dedicarle mucho tiempo, todo el que sea necesario para la difusión del tema, en las escuelas, a los alumnos y sus padres y tener mano, en extremo dura, con los que se atreven a lucrar con semejante adicción, no puede haber descanso en el combate contra esa basura.