
Los nuevos artesanos calcan la piedra que otros labraron con sus propias manos: negras, blancas, pobres y
tortuosas, aquellas que ayer tejieron el hermoso encaje pétreo, ahora de regreso a uno de los bordes de esta ciudad, extendido frente a la Alameda, mientras el mar le susurra con húmedos besos un piropo a sus faldas rocosas con recuerdos y voces agitadas de otros tiempos.
La voz de la salva, retumba y clama sobre la bahía, se extiende hasta la orilla de Casa Blanca, regresa, cabalgando un riso de ola y hace voltear la mirada a quien la escucha para consultar sus relojes como lo hacían a las seis de la mañana y las nueve de la noche –hace más de dos siglos– los primeros capitalinos; antes que la amenaza de submarinos nazis hiciera que el Gobierno yanqui, durante 1942-l945 (en plena guerra mundial), prohibiera el disparo que ahora escuchamos para comprobar que permanece intacto el patrimonio sonoro y la tradición de mantener abiertas, para siempre, las murallas.
En este aniversario 505 confi rma el carácter afable de los habaneros; a partir de esa mezcla de tradiciones conformadas por quienes vinieron desde otras provincias y naciones, en dos concepciones esenciales: la diversidad de su Cultura (en mayúscula) y la arraigada identidad territorial que la señala, en todo el archipiélago, como la capital de la nación. Precisamente esta conversión histórica de La Habana, como asentamiento principal del país, generó el flujo de capitales, recursos y personas hasta considerarse –por un buen tiempo– la zona más industrializada e institucionalizada de la nación.
Lo anterior se fundamentaba, entre otros factores, porque la capital disponía de los principales enlaces de Cuba con el mundo: la Bahía de La Habana y el Aeropuerto Internacional José Martí; a través de los cuales arribaba desde lo moderno y necesario hasta las más extravagantes modas que influyeron en sus habitantes; así como las corrientes que marcaron (incluida las fusiones) la música, las artes plásticas y, específicamente, lo más notable visualmente: su arquitectura –conceptuada de ecléctica por los especialistas en temas históricos y urbanísticos–; debido a la profusión de estilos que convergen en un mismo inmueble o en derredor.
Por ejemplo, el diseño del edifi cio (teatro) García Lorca, actual Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, fue
califi cado de “raro e indefi nido” por el célebre escritor Alejo Carpentier; quien insertó en algunas de sus crónicas la singular profusión de los portales habaneros como un paseo, al borde de las calzadas y avenidas, donde el transeúnte puede escapar del bochorno provocado por las altas temperaturas.
Entre sus patrimonios sonoros, destaca la autenticidad de la rumba y las tendencias innovadoras de una
gastronomía que destacó a La Bodeguita del Medio, como uno de los epicentros del sabor de la cocina criolla
cubana, además de la referencia de famosos restaurantes y fondas que son reconocidas más allá de nuestras
fronteras.
El rescate y restauración de la parte vieja de la ciudad, Patrimonio de la Humanidad, a cargo de la Oficina del Historiador de La Habana, ha sido una de las acciones precursoras en el desarrollo y futuro de ciudad capital; mediante una administración moderna, eficiente y sustentable de sus recursos patrimoniales en armonía con las nuevas tendencias arquitectónicas de las nuevas edificaciones que surgen y el adecuado uso de materiales y técnicas de construcción que han permitido mostrar la capacidad de hacer avanzar proyectos que pudieron ser considerados un sueño.
Quienes desandamos sus calles hace poco más de cuatro décadas aún recordamos el visible deterioro que fue detenido gracias al trabajo del Doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, quien nada hubiera podido hacer sin esa visión del líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel, para entender (con esa precisión matemática e indagadora) lo que ocurriría 20 años después.
Fidel y Eusebio “conspiraron”, sí, no cabe otro término, como guerrilleros de una, para muchos quimérica,
estrategia de rescate urbanístico que exigía del Estado cubano el aporte de un considerable y sostenido fi nanciamiento, en medio de la extrema situación económica del país bloqueado, asediado por Estados Unidos con el reforzamiento de sus leyes extraterritoriales, en su propósito de impedir que Cuba siguiera adelante con sus planes de desarrollo.
No se puede hacer referencia a la historia de La Habana sin tener en cuenta las profundas huellas que dejó la etapa clímax del período especial, a finales del pasado siglo, sin tener en cuenta estos factores objetivos, tangibles y crudamente reales. Pero sobre todo para comprender cómo todo ese esfuerzo se tradujo en la continuidad de otras obras que ahora permiten ofrecer el rostro hermoso de la Ciudad Maravilla, más allá de las zonas que bordeaban las murallas que la protegían…, una tarea titánica y revolucionaria en sí misma.

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