
Vuelvo a recorrer La Habana, más bien la releo, en cada una de sus calles y avenidas, aunque parece
que la conozco de memoria. Siento que la ciudad es cada día otra y otra hasta el infi nito. Por ejemplo, me sumerjo en la calle Obispo, en un torrente de personas que fluye hacia el centro de la parte colonial, un remanso de la cultura y muestra de la proyección arquitectónica definida, culturalmente, como ecléctica.
Mientras camino, observo los rostros que te persiguen como escáneres y saben predecir si eres nacional o
visitante extranjero o mejor decimos aplatanado cuando reconocemos a quienes que se conocen los barrios y sus recovecos mejor que los del patio. Es la visión de la ciudad que durante las mañanas siempre es alegre y bulliciosa; sin el maquillaje de la noche.
He crecido en esta ciudad que siempre parece renacer desde la resistencia de sus habitantes a los embates de un bloqueo genocida recrudecido y sostenido durante décadas por las diferentes administraciones del gobierno de los Estados Unidos. Una ciudad que vuelve y va como las olas, en el tiempo. Pero es una ciudad fuerte, sólida en sus costumbres, orgullosa de su nacionalidad, de una arraigada identidad; una urbe a prueba de bombas de tiempo y de olvidos, de tradiciones. Lo sé. Solo basta mirarse por dentro, en cualquier latitud del planeta para sentir que aún corre, bajo nuestra piel, dentro de las venas, el amor por la ciudad; esa que hemos visto reír y llorar, la misma que hace moverse los dedos sobre el teclado del ordenador este día de celebraciones en las cuales podemos por la Cultura cubana.
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Así mismo A mi me confunden con un ruso o escandinavo Gracias