
“Lo importante en realidad no es el tiempo; sino lo que pasa dentro de él”.
José Antonio Pillo
Rosa nos observó con sus ojos llenos del color del mar. Sonrió y nos pidió que ayudáramos a conseguir toda la materia prima que encontráramos: cartones, botellas y la colocáramos en aquel lugar donde se reunían los cederistas del barrio. Interrumpimos nuestro juego y con toda la energía característica de los adolescentes comenzamos nuestra labor voluntaria.
Nos unían muchos lazos comunes: la escuela a la cual acudíamos, la vecindad de las familias en el barrio. Así que comenzamos nuestra tarea y al concluirla nos esperaba una sorpresa: Allí estaba su hija detrás de la batería ofreciendo una magistral clase de percusión. De alguna manera, aquella muchacha era también el orgullo de quienes la conocíamos cuando la veíamos en los noticieros de cine con los jóvenes de la Nueva Trova.
La voz de Sara caló, hondamente, en nuestros recuerdos del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) que presidía su mamá. Creo que ninguno de nosotros dejó por cumplir al llamado dominical para la chapea de las áreas donde la hierba subía después de las lluvias. Incluso no hacía falta más que un pequeño motivo y de todas las casas venía el apoyo para resolver un problema de la cuadra.
Así recuerdo mi primera vez del brazo extendido para la donación de sangre lo cual resultó todo un acontecimiento de valor y altruismo. De esta manera, demostraba la capacidad solidaria al compartir algo que venía realmente de adentro.
Igual sucedía con las guardias nocturnas que nos dejaban reservadas las horas de la madrugada a los hombres, ante la sonrisa cómplice de las muchachas. De modo que el paso por los CDR es mi tiempo encontrado con una etapa de la vida desde la cual sostengo los valores que me acompañan.
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