Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera

Tiene apenas la edad de la primera juventud. Sin embargo, sobre su responsabilidad como supervisora de una sucursal del Banco Metropolitano, para la atención a las tarjetas magnéticas, la coloca en el vórtice de intensas jornadas de labor a través de las cuales busca soluciones a los problemas que enfrentan los usuarios.

Aquella mañana sentí que había envejecido lo suficiente como para experimentar –desde una posición  diferente– el orgullo de ser atendido por aquella joven que no dejó un solo recurso de su experiencia con el
objetivo de apoyar mi solicitud en un trámite que me resultaba engorroso de comprender. ¿Cuánto requiere
aprender a comportarnos solidarios en medio de las situaciones que enfrentamos cada día?

Poco después del mediodía, una muchacha extendió su brazo para que le diera una “botella” (pensé) en
la dirección que circulaba. Una vez en su destino me extendió un billete cuya numeración siquiera observé.
Por supuesto, rechacé aquel pago y le expliqué, más bien le rebatí (amablemente) sus argumentos relacionados con choferes de autos estatales que aceptan el dinero y argumenté la forma en la cual contribuimos en la transportación pública, con los dos autos de Tribuna de La Habana. Por supuesto, aun sorprendida, deseó que tuviera una excelente jornada.

Cada día en la ciudad nos enfrentamos a un laberinto de novedades a través de las cuales conocemos, incluso, los problemas que afectan a otros, como aquel ciudadano que también subió a bordo del viejo Lada y en un breve trayecto hizo referencia al maltrato sufrido con la adquisición de un teléfono y por lo que su reclamo llegaría hasta encontrar la solución de su problema.

En nuestro bregar cotidiano aprehendemos la importancia de una profesión de servicio público, a través
de la que aprendemos a escuchar y, por supuesto, sentir que muchos de los problemas que enfrentamos pueden ser resueltos con la práctica de la solidaridad, con independencia del escenario real de una nación a cuyo pueblo se intenta doblegar –por el gobierno de Estados Unidos– bajo un férreo y genocida bloqueo; pero que no ha impedido construir un camino propio como se demuestra en inéditos pasajes épicos tejidos en el quehacer de millones de compatriotas, en circunstancias realmente difíciles.

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