
“La lectura hace al hombre completo; la conversación
lo hace ágil; el escribir lo hace preciso”.
Francis Bacon
La mayoría de la gente de hoy no lee. Si se pone un meme, del tipo que sea, estúpido, tonto, cómico o no tanto, tiene cien likes; si se escribe algo que vale la pena sin imagen o con ella, sencillamente, si tiene dos o tres likes hay que tirar fuegos artificiales.
Nadie se entera de lo que realmente importa; no lo leen porque lo consideran cansino. Pobre generación de estos tiempos que no lee, salvo algunas excepciones; pobres los de otras generaciones, incluida la mía, que se han dejado llevar por la corriente de la estupidez y han dejado de leer; han dejado de ser poesía; han dejado de amar de verdad todo: no solo amar entre géneros, donde impera el sexo más que lo bello y el romance, sino también amar la naturaleza, los animales, fijarse en los detalles que dan vida y que debíamos preservar.
Y me pregunto: ¿hacia dónde vamos? Al parecer nos dirigimos directos a la ignorancia, lo banal, la chusmería de los videos de Facebook. Hemos dejado de apreciar los libros, esos que muchas veces salvan, y que lloran en algunos posts al igual que en los estantes de librerías, intocables o más bien abandonados, por no decir olvidados.
¿Esperar una reacción? Ya perdí esa esperanza. La Feria del libro se ha convertido en una excusa para comprar alimentos y pasear por el Complejo Histórico Militar Morro-Cabaña. En el mejor de los casos se adquiere un libro para que se llene de polvo en algún rincón.
¿Estaremos a tiempo de salvaguardar o hacer girar la rueda al revés? Ya no lo creo, y da mucha, pero mucha, tristeza; se torna cansino dedicarles buenas letras. En fin, ya el mundo se robotiza y subraya el desarrollo de la inteligencia artificial; donde los humanos se ahorrarían pensar siquiera por sí mismos. ¿Merece la pena este mundo donde los amigos se hablan solo por chat, nunca se encuentran, ni comparten un café, ni ríen de veras juntos? Y si por casualidad se reúnen, dan muchos deseos de irse, pues cortan la conversación cada cinco minutos para darle atención al celular. Esa sería la pregunta; y así estamos criando a los niños y forjando las máquinas sin ideas, ideales o pensamientos propios.
Ojalá me equivoque mucho y los que lleguen a ver ese futuro no se hayan convertido ya totalmente en autómatas. La palabra vale, pesa; y eso de que una imagen vale mil palabras solo sucede en ocasiones
y acompañada siempre de un texto, pues la imagen no puede contestar dónde, cuándo, quién, qué; eso solo lo hace la escritura.
El valor de las palabras: leer y escribir, son actos de resistencia. La magia de leer, disfrutar de un libro ya sea en mano pasando páginas de papel, en la forma tradicional, no se debe perder. Nos hace volar a mundos de fantasía, nos enseña sobre otros lugares y es un placer inigualable para soñar.
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