
En horas de la mañana del miércoles 30 de agosto llegué a la entrada principal del Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR) para una cita impostergable en el teatro donde tendría lugar el homenaje al doctor en ciencias y profesor Lorenzo Idelfonso Alfonso Hernández, pionero de la especialidad en Cuba y Latinoamérica. El mensaje de texto electrónico, a través del cual se me convocaba, decía en forma breve que agradecían la presencia de Tribuna de La Habana en el teatro de la reconocida institución.
Contrarreloj y en la entrada ofrecí el saludo de buenos días a la recepcionista. Llegaba unos minutos tarde.
La mujer respondió: ¿Y su nasobuco? Volví a la carga y me identifiqué. Pero la respuesta resultó la misma. El rigor y la exigencia no permitían destrozar lo ganado en esa instalación a la cual, como en otras del Ministerio de Salud Pública, por supuesto, debía llegar con ese pequeño y necesario atuendo.
Entonces apareció Verónica. Una mujer negra, con tantos años como para saber por dónde le entra el agua al coco. Diligente me tomó del brazo y me llevó afuera, con una sonrisa cómplice y casi familiar: “¿Muchacho dónde dejaste el nasobuco? No pude esgrimir nada que pudiera ofrecer como respuesta, mientras miraba el reloj para invertir la responsabilidad del minutero con el secundario.
“No te preocupes. Yo te busco uno”, dijo, y se escurrió entre las personas que circulaban en el lobby de la entrada principal. Tres minutos después apareció con el aditamento y me apuró a subir las escaleras. “No te olvides de mi nombre, Verónica, y mucho menos de llevar un nasobuco de guardia para protegerte durante tus trabajos periodísticos en nuestras instalaciones”.
Llegué a tiempo. O mejor dicho antes de concluir el merecido homenaje a un profesional que en el año 1965 crea el Servicio de Quimioterapia Clínica, dedicado al tratamiento del cáncer con fármacos antineoplásicos. Al año siguiente integra, junto al Profesor Zoilo Marinello Vidaurreta, el grupo de destacados médicos que en el año 1966 funda el INOR. En 1974, crea el Servicio de Quimioterapia
Experimental, con el objetivo de realizar investigaciones clínicas para le evaluación de nuevos fármacos antineoplásicos y de nuevos protocolos de tratamiento. Esta fecha marca el inicio de la conducción de Ensayos Clínicos en Cuba.
Entre los logros de este servicio se encuentran: la introducción de la quimioterapia a altas dosis para el tratamiento de tumores malignos en Cuba, la evaluación de decenas de compuestos y medicamentos candidatos para el tratamiento del cáncer desarrollados en la antigua Europa del Este, así como por la industria farmacéutica cubana y los centros del polo científico. Muchos de ellos pasaron a formar parte posteriormente del arsenal terapéutico para el tratamiento de los pacientes.
En el área de la docencia fue formador de generaciones de oncólogos y sobre todo de investigadores clínicos enfocados en el diseño y conducción de ensayos clínicos.
De su producción científica se recogen más de un centenar de artículos científicos y cinco libros, entre ellos, en el año 1969, La Quimioterapia del Cáncer, primer libro en lengua española sobre quimioterapia citotóxica para neoplasias malignas.
Mientras escribo pienso en todos estos profesionales que garantizan uno de los frentes en los cuales la Medicina cubana marca pautas y debemos reverenciar como un logro ganado por quienes trabajan sin descanso para ofrecer una mayor calidad de vida a miles de compatriotas, con el mayor de los recursos: la inteligencia y voluntad creativa para continuar adelante.
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