
Aquí un edificio es un microcosmos del universo Cuba, donde se materializan todas las cualidades y defectos, en una reproducción increíble de nuestra idiosincrasia heterogénea y jaranera. En el mío coexisten muchas profesiones; un notario, una estomatóloga, una cuidadora, un carpintero… Como en toda la Isla tenemos un colaborador de la Salud: la noche antes de su partida hacia Venezuela, “tiramos la casa por la ventana” para que siempre tenga presente cuán orgullosos lo despedimos.
Están los benditos niños que sentados en la escalera común juegan en línea con los celulares de los padres. Cuando se aburren salen despreocupadamente al aire libre a patear o batear una pelota. Por supuesto, no faltan los perros que emulan en lo que a bulla se refiere para marcar territorio al ver cual ladra más alto. Convivimos además con la vecina que reparte comida a los gatos callejeros. Contamos con el emigrado que regresa una vez al año.
Está la adorable adolescente, por todos mimada, que recorre las cuadras en busca de latas vacías de cervezas y refrescos que han sido botadas sin miramientos medioambientales. Su hermano gemelo luego las lleva a la oficina de materias primas, dándonos lecciones de civismo. Tenemos también un puesto de ventas de chucherías que nos ha sacado de más de un apuro cuando llega una visita inesperada, o ante el inclemente calor tropical, lo cual supone un alivio a la vez que un “peligro” para el bolsillo. No faltan las discusiones acaloradas y las hermosas reconciliaciones.
Compartimos gastos colectivos de electricidad y mantenimiento del motor de agua. Como en todo edificio cubano que se respete nos sabemos al dedillo las enfermedades y las historias tristes que cargamos, por eso nos adjudicamos como propios cada logro familiar o laboral. Compartimos indistintamente cosas: un poco de café, un plato de chicharos, la prensa y un variado etcétera, para hacer de la solidaridad, credo, no consigna hueca.
Aquí impera el todos para uno y uno para todos. Nos damos recetas de cocina, recomendaciones para las plantas y nos avisamos sobre lo último que llegó a la bodega. No pueden faltar las “conferencias” magistrales acerca de la inflación en el país o por qué el pan de la libreta sigue saliendo con mala calidad a pesar de los reclamos de la Delegada.
Cohabitan los fumadores con los que les gusta empinar el codo, con el que nos “obliga” a escuchar reguetón, y con la generosa que siempre tiene un buen consejo a mano... Hay en La Habana miles de estos microcosmos, haciendo del municipio la célula fundamental del universo Cuba. Por sus infinitas posibilidades y cercanías, es ahí desde donde salen nuestras mayores fortalezas.
Ver además:
Así mismo es, cada edificio un micromundo de Cuba, cada edificio uno de sus tesoros
Estupenda crónica costumbrista que recrea el ambiente característico en ese pedacito de patria que es el vecindario, el edificio o la cuadra. María Victoria retrata el de nuestro entorno, pero no solo para solazarse sino también para animar la buena voluntad de las personas decentes, que siempre somos más, a sanear el clima social, con la debida persuasión y firmeza, dondequiera que las conductas indeseables hayan tomado algún espacio por recuperar.
LINDO Y REAL.....Y, A VECES, ¡¡ HASTA MOLESTO !!.....ME GUSTA SU ESTILO PARA REFLEJAR NUESTRA REALIDAD, NUNCA LA HABÍA LEÍDO, ES QUE NO VALE LA PENA LEER A ALGUNOS, TAMBIÉN ME GUSTÓ ODA......