
Había pensado, con motivo del centenario de la Radio Cubana, escribir un testimonio o buscar alguna anécdota entre aquellos que conocí durante mi estancia en Radio Cadena Habana, entre los que están y los que dejaron una profunda huella en este medio de información dotado de una magia que perdura en el tiempo.
Evocaba el encargo de Josefa Bracero, sobre aquella tarde que compartí, en una casona del Vedado, el testimonio inédito de una hija de Luis Casas Romero. Realicé una grabación de más de una hora que sirvió como material documental y en el cual este oficial mambí llenó espacios de identidad tan auténticos como el sonido de la retreta en las habaneras…
Sin embargo, pensé en Carlos Albert Marrero, el director de la radio provincial por su reciente partida. Buscaba un punto de referencia para saber cómo logró insertarse y sortear los vericuetos de asumir la responsabilidad de tres emisoras: Coco, Radio Ciudad de La Habana y Metropolitana, con esa manera de ser en la cual, más que el desenfado en sus decisiones, primó siempre la responsabilidad atinada desde lo profesional y lo humano.
En otros queda el recuerdo compartido de las horas signadas por el desvelo. En muchos su enseñanza. Me reservo la sonrisa que acompañó siempre su mirada inteligente, su picaresca en aquellas conferencias que resultaban extenuantes, su concentración cuando lo escuchado resultaba imprescindible para trazar
estrategias, la disposición a enlazar las experiencias adquiridas entre los colegas de otros medios de prensa para los cuales no establecía fronteras en cuanto al abordaje de los contenidos que pudieran llevar a La Habana, más allá del marco geográfico e incluso defender sus valores culturales infinitos. Gracias, colega,
amigo.
Otras informaciones: