
La pelota rodó como un arcoíris sobre el pavimento y se acomodó en medio de la avenida ante la esquiva maniobra de los conductores y la mirada impávida de quienes vieron a los chamacos en la persecución de la esférica sin percatarse de que los límites del área de juego habían quedado detrás cuando el balón impulsado cruzó la acera. Entonces ocurrió el frenazo, las manos del chofer sujetando con fuerza el timón y después sobre la cabeza.
Cuando los chicos regresaron con la pelota, el juego se reanudó del otro lado en el improvisado campo de fútbol ubicado en el solar yermo; sin que ninguno reparara en el irresponsable acto de peligro protagonizado segundos antes.
Es temporada de vacaciones. Muchas calles interiores vuelven a convertirse en pequeños estadios, especialmente en las esquinas; aunque también ya se juega voleibol sin tener en cuenta el tránsito de vehículos.
Precaver resulta bastante poco. Más bien hay que extremar las medidas de circulación que pueden ayudarnos a prever nuestro comportamiento en la vía. Detener la marcha cuando observamos el balón cruzar frente a nosotros debe ser sinónimo de la presencia intempestiva de un chico que, casi siempre, viene detrás.
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