
La tablilla de precios del mercado agropecuario causa una sensación de impotencia que muchas veces nos hace volver con las jabas vacías y llenos de mal humor. Por mucho que sacamos las cuentas, los números no encuentran un equivalente con la razón o la decencia si tomamos, además, como referente la falta del valor agregado: respeto. Este debe ser parte indisoluble de un servicio en el cual el cliente busca satisfacer alguna de las necesidades que le obligan a detenerse frente a la tarima.
Nuevamente acude a la lógica, la aritmética de bodega auxiliada por la calculadora de su celular. Nada, pierde el sentido cada referente de precios, como si el tomate se cultivara en la luna y las viandas fueran cosechadas en marte.
El asunto es un punto rojo en la agenda pública. El debate trasciende, incluso en niveles donde podría decidirse quién le pone el cascabel al gato, en específico a quien domina detrás del mostrador y no distingue que los beneficios del otro: el cliente, pueden y de hecho forman parte de sus ganancias. El pago de sus impuestos no fluctúa de la noche a la mañana.
Los derechos y accesos a los módulos de alimentos y artículos básicos, en las bodegas de las cuales son clientes, resultan equitativos. No existe distinción cuando sus hijos acuden a las escuelas, a los centros de atención médica…
Es cierto que durante casi medio siglo hemos resistido las embestidas del genocida bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos (en todas sus administraciones hasta la fecha), pero también hemos sido responsables por considerar que el mercado se ajusta a la famosa relación (capitalista) de oferta y demanda.
Debemos considerar que no existe una variedad de productos que puedan ser distinguidos por categorías para establecer precios diferentes en el mercado.
Mientras, la demanda es tan creciente que puede ser manipulada por quienes controlan los suministros y lanzan sus tremebundas redes en el mercadeo revuelto para atrapar a todos los peces.
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Totalmente de acuerdo con su artículo de este domingo, para mi es algo inconcebible que tengamos, todos o por lo menos la mayoría, que pasar tanto trabajo para poder comprar los productos del agro, que a pesar de ser una graduada universitaria, trabajadora, que no pueda satisfacer las necesidades básicas de alimentación para mis hijos y para mí. Mi hija hasta que es una estudiante de Medicina me ha dicho por ejemplo, si el ají pimiento se produce aquí en nuestro país por qué tiene que costar 50 cup en el agro del estado y siguen los por qué y por momentos se decepcionan de ver tantas dificultades, claro está yo le explico pero llega el momento en qué hasta yo me insulto por tanta falta de respeto y que sigamos así. Ella vió que nos aumentaron el salario y penso que todo mejoraría pero no es así.
El gobierno de la capital establece las medidas para frenar esta situación, los inspectores responsables de velar por el cumplimiento de lo establecido, hace algo por un punto determinado, otro poquito por otro lado para más o menos decir que están trabajando y de esa manera pasan los días, las semanas y los meses y llegaremos a diciembre en la misma situación y los que trabajamos por echar este país hacia delante y tratar de sobrevivir en medio de la situación real, somos los más afectados. Lo mismo pasa en las tiendas con los de "Lucha contra Coleros", lo pongo entre comillas porque es otra demostración de la falta de control y de exigencia por parte de los responsables de que no ocurran hechos que vemos en esos lugares, es un negocio lo que tienen los de esos grupos, no es la generalidad pero si una buena parte de los que lo integran caen en esa desverguenza y no les importa porque ellos tienen el poder que le dieron y hacen a su antojo, lo he vivido en reiteradas tiendas de MN.
Es tarde pero lo vi ahora. Oferta y demanda en un país que no hay ofertas. A quien se le ocurrió este slogan capitalista. Como ud dice todos dicen que hay que dar solución, me imagino que será en las calendaa griegas y mientras los revolucionarios sufrimos a diario las ofensas a la Revolución.