
“Lo siento, el mecánico tiene que esperar. Yo respeto el derecho a merendar de los demás, pero estoy en mi horario de merienda…”, sentenció la encargada del despacho de almacén con un acento intencionalmente marcado en cada palabra. Le observé desconcertado, mientras tuve la sensación de que el tiempo se comprimía en derredor.
Casi dos horas después y ante la insistencia de la solicitud para reponer la pieza accedió a escalar hacia el segundo piso –donde se encuentran los anaqueles– como si en cada paso marcara el ritmo de una marcha gloriosa (escúchese La Marsellesa). Ciento veinte minutos de irresponsable actitud; suficientes en su carga de energía negativa, aliento burocrático de la desidia; capaces de detener una reparación que pudo resolverse en solo una hora.
El mecánico masculló un pensamiento capaz de doblar el acero de sus llaves; sin embargo, decidió atravesar el vía crucis impuesto, tal si fuere la pesada cruz de asumir en silencio, de aceptar con surreal paciencia la fisura en la cadena de servicios de la cual forma parte.
Mientras agonizo bajo la impotencia causada por el recuerdo de aquella fatídica jornada, busqué frases, conceptos, ideas expuestas recientemente en diferentes reuniones desde las cuales se llama a reforzar las capacidades de producir, de servir, de crear escenarios favorables en los colectivos laborales…, pero solo pude retener la imagen de una antigua compañera de trabajo que ahora reside en Estados Unidos.
Sonreía desde la foto, mientras fumaba un cigarrillo que marcaba la hora de alejarse de la cadena fabril donde se gana el sustento. Sonreía, sí, con ese hálito de tristeza que suele surcar el rostro desde adentro y resultan imperceptibles las lágrimas desde afuera porque lloran el tiempo que perdimos dentro.
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Ejemplos sobran en nuestro país, en Cuba por lo general no hay disciplina laboral, falta de exigencia por parte de los jefes
Hace unos días leí que en la Habana había culminado la entrega del segundo módulo gratuito, como es posible entonces que en luyano municipio diez de octubre me digan que el módulo recibido en este mes de diciembre por demás con retraso, tiene faltante en todas las bodegas y por tanto no podré adquirir lo que toda la población ya ha disfrutado, hasta tanto lo envíen ( si lo envían) me dice la compañera de la zona de Comercio. Compro en la bodega ubicada en la calle Guasabacoa.
Pero no sé cuál es el asombro con este caso. Eso es lo que ocurre todos los días en este país, en todos los establecimientos. En horario de merienda y almuerzo todo se detiene, aunque hayan 3 trabajadores, no se pueden turnear, tienen que ir los tres. Este se ha convertido en el país del burocratismo, el mal trato y sin uno tener donde quejarse, porque todos los planteamientos por obra y gracia van a dar al mismo lugar donde se produjo el problema. Por tanto no se resuelve nada
Mucha falta de respeto al cliente. Sólo el comercio electrónico acabará con tanta desidia. Son 3 pájaros que se matarán de un tiro: mala calidad del servicio, delitos y corrupción. Gracias.