Tengo una amiga que cuando las cosas se tornan difíciles y cualquier análisis, en consecuencia, describe un círculo sin fondo dice: “¡Vamos pa’lante!”. Una frase que encierra sobre sí la experiencia adquirida durante años de enfrentamiento a situaciones problemáticas que exigen buscar soluciones a pesar de los obstáculos que surjan por delante o cuando otros se dejan vencer por la desidia y la rutina.

Pienso en los esfuerzos de quienes se esfuerzan por reducir el impacto de la COVID-19, en momentos que la curva del tiempo supera el año y medio de batallar y resulta más visible el agotamiento del personal de Salud; más en las áreas de atención primaria, donde enfrentan situaciones realmente extremas por ser ellos el principal muro de contención y seguimiento a nuevos contagios y tratamiento a pacientes de ingreso domiciliario, a los cuales resulta obligatoria la visita médica diaria.

Por otra parte, las direcciones del gobierno habanero laboran sin descanso para multiplicar los suministros de alimentos y artículos de aseo tan necesarios, no solo aquellos provenientes de la donación de países que ofrecen su mano amiga a Cuba.

Sin embargo, la solidaridad entre los cubanos no ha perdido el rumbo, y esa carga de amor contenida en una frase, un gesto o sencillamente la mirada llena de luz, resulta un fuerte antídoto contra las malas prácticas, las energías negativas y sobre todo un resorte que debe compulsarnos a sostener la obra que es la vida. Desde el respeto a las regulaciones sanitarias vigentes y el reconocimiento generado por el pudor cuando observamos trabajar, sufrir las pérdidas, enfrentar hasta los propios errores, levantarse junto a millones y seguir adelante, con el valor de quienes se sacrifican, todos contribuimos a poner en orden las cosas.

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