Además de los mecanismos para el control en las colas, es imprescindible la cooperación de las personas para el cumplimiento de las medidas higiénico-sanitarias. Foto: Lien Martí

Salió temprano a hacer las compras. No era lo habitual, desde que comenzó la COVID-19, porque sus hijas se encargaban de esta tarea. Así todo, no quiso esperar al descanso laboral de ambas y se dispuso a cumplir con la faena. Mientras caminaba, lo primero que atrajo su atención fueron los dos establecimientos de comercio, ubicados en la céntrica calzada y que adolecían de productos a la venta.

Su asombro alcanzó el grado superlativo, cuando llegó a la tienda que estaba abastecida. La cantidad de personas que allí se encontraban, cubrían, literalmente, dos cuadras. Le resultaba increíble ver aquel gentío a lo largo y ancho, en lo que supuestamente, era una cola. Cuando preguntó supo que habían surtido con varios productos de primera necesidad. A ella le resultaba imposible sumarse a la multitud, que, además, esperaba debajo de un fuerte sol.

Cabizbaja, emprendió el camino de regreso sumida en un gran desánimo. Sus pensamientos quedaron interrumpidos por la conversación de dos mujeres, visiblemente alteradas: …cómo es posible que concentren todo en una sola tienda…; …no puedo dejar de trabajar para hacer esa cola, tienen que buscar otro mecanismo para distribuir la mercancía…

Al parecer su semblante denotaba mucha decepción porque se le acercó alguien y le dijo:…puede comprar lo mismo, por un precio superior, pero que vale el desgaste de la cola, en cualquiera de esas mesitas de los particulares… Entonces, se cercioró de lo escuchado.

A la vista de todos, varias personas estaban vendiendo los más diversos productos. Se acercó y preguntó precios, ¡el triple y más del valor!

En el viaje de regreso, se sentía muy confundida. No tenía respuesta lógica para lo que había vivido. 

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