Hoy amaneció lloviendo, las gotas de lluvia empapan las “sábanas blancas colgadas en los balcones” cual lágrimas; entre aguacero y sol, transcurren las horas, y tal parece tributo póstumo al hombre que más amó a esta ciudad hermosa.

En sus coloniales edificios que su huella transformó en nuevos, respetando cada detalle colonial, preservando sus valores de patrimonio, se hace el silencio.
Y es que La Habana, era Eusebio y se siente desolada al no escuchar sus pasos por las adoquinadas calles, ni su verbo pleno de amor por cada rincón y recoveco, por cada callejuela y magnífica edificación.
Él convirtió a La Habana en Ciudad Maravilla, ha sido su hijo predilecto y esta ciudad lo ama con la pasión de saber de su entrega, de olvidarse de sí mismo para pertenecerle totalmente.
Nuestra Habana llora por ese hombre único, que solo nace cada cien o mil años, lleno de ternura por la capital que lo vio abrir, por vez primera, los ojos al mundo.
Eusebio no es solo de los habaneros, es de toda Cuba, patria a la que fue leal, como su apellido, hasta el último segundo de vida.
Y, en verdad, él no ha muerto, no puede morir quien sigue andando La Habana por cada esquina, cada barrio. No solo las piedras recordarán a este grande, lo pensaremos todos y generación tras generación haremos la historia de aquel que quiso a esta parte de Cuba, como nadie.
Ahora lloramos su partida, no obstante, estamos convencidos de que su presencia está hasta en esas sábanas blancas que lloran desde los balcones.
Silencio.............ha pasado un ángel
Muy bonito Alberto, claro que pasó un ángel. Gracias