
Al principio, tal vez, nos parecieron exageradas todas las medidas, incluso leyendo o escuchando las noticias, parecían irse más allá del peligro real, pues muchos nos considerábamos inalcanzables en nuestra pequeña Isla. “¡Imposible!”, pensábamos, ¿tocarnos en Cuba la pandemia? Eso era algo lejano, de otros lares. No teníamos noción de cuán grave se podría tornar la situación.
Pero, derribando fronteras de mar, la COVID-19 llegó, irrumpió y enfermó a cubanos, el contagio engrandeció cifras, y el lenguaje cambió, tanto que “lávese las manos”, “échese hipoclorito” y “cuídese” pasaron a ser de uso diario en todas partes, constituyen saludo y despedida del día a día.
Se acabaron los abrazos y el hablar al oído, de tú a tú, como diríamos. Nasobucos cubrieron nuestros rostros y tomamos distancia hasta de los más cercanos. Nos quedamos en casa y comenzó una vida diferente, sin transporte ni intercambio social, con clases por televisión y niños alborotando en casa, muchos teletrabajando y otros, los imprescindibles, en el centro laboral, tomando todas las precauciones.
Nuestros médicos viajaron a salvar vidas en distantes países. Y los que permanecieron, dan todo de sí, en pos de vencer tan agresivo mal. Este virus movilizó a todos, desde el Gobierno, los médicos y la Ciencia en todas sus variantes, hasta las Matemáticas con sus modelos de probabilidades.
La verdadera historia heroica la escribió, sin chovinismos, nuestro pequeño país que supo afrontar con valentía, fortaleza y decoro, un virus devastador, con daños mínimos, en medio de un bloqueo atroz y asfixiante. Por eso, aquí estamos, nosotros los más humildes y asediados, venciendo a la muerte. Y con certeza, nos volveremos a abrazar, aunque medie cualquier distanciamiento. Ustedes usen sin temor la palabra clave: Cuidémonos.
Gracias Clara!!
No, gracias a ti Nani.