Los abrazos son tan vitales que uno nunca debe haber abrazado tan pocas veces que sea posible contarlas. (Christina Engela, escritora)
Existe, más allá de las palabras, un lenguaje universal, y es el de los abrazos. Esa forma de expresión prescinde de idiomas y la entienden en todo el mundo.
¿Por qué necesitamos tanto de esta manera de expresar afecto? Es sencillo, el abrazo revitaliza, nos llena de energía positiva, psicológicamente ayuda más, en ocasiones, que un medicamento o una manzanilla, nos estimula y hace que nos sintamos protegidos. De ello depende, incluso, el bienestar del ser humano.
Ese gesto tan espontáneo y sencillo es una manera de decir te quiero, te apoyo, te comprendo, estoy aquí para ti, sin utilizar siquiera una sílaba. Lo encierra todo.

Abrazar es una forma de demostrar afecto y limpiar nuestra alma. El ser humano posee corazón y sentimientos y es necesario para él alimentarlos con afecto, y una de las formas de hacerlo es abrazando.
Sin embargo, en algunas culturas se cree que este acto demuestra debilidad y que es demasiado cercano, carnal. En otras, mucho más extrovertidas y efusivas, aún existe un machismo solapado que no permite dar rienda suelta a los sentimientos o simpatía, sin remilgos.
No obstante, es algo necesario. Nuestra mente y corazón lo necesitan pues al tocarnos los sentidos se agudizan y los estamos ejercitando.
Con solo esa acción, aliviamos la ansiedad y los estados depresivos y se convierte en un salvavidas para dar confianza al necesitado o enfermo. Un abrazo ofrece, valoración, confianza, protección…
Pero no solo los humanos precisamos de este acto de ternura, también los animales están necesitados de cariño de la misma manera, e incluso, pueden llegar a transmitir todo ese amor que sienten por quienes los quieren.
Extender los brazos alrededor de otra persona nos da un placer íntimo, un sentimiento de serenidad, paz, y amparo.

Los cubanos somos un caso aparte, nos sobran razones para ser cordiales, siquiera, sin motivos reales, también nos es imposible negar el beso en el rostro al saludarnos; no prescindimos de esa cercanía, incluso con personas que acabamos de conocer. La empatía con el prójimo y nuestras conversaciones fluyen intercambiando sobre los temas más disímiles, hasta en la parada de la guagua. Corremos si alguien nos necesita, porque somos incapaces de la frialdad del “no es mi problema”; el inconveniente, lo hacemos propio. Y jamás, pero jamás, nos negamos a un fuerte y estrecho abrazo que nos arme la vida y remiende el alma. Así somos. Por todo ello, no se corte, abrace de veras, que, con certeza, le llenará de vida.
Siempre tan interesantes tus publicaciones. Gracias Clara Luz Domínguez Amorín!!
Gracias Nani. Me alegra se identifiquen con los abrazos.